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Voto de harryhausenn:
8
6,8
616
Drama. Bélico
Finales de 1944. Japón está perdiendo la guerra. Por orden del misterioso comandante Taniguchi, el joven Hirō Onoda es enviado a una isla de Filipinas justo antes del desembarco estadounidense. Los pocos soldados que arrastra hasta la selva pronto descubrirán la doctrina desconocida que los unirá a este hombre: la guerra secreta. Para el Imperio, la guerra está a punto de acabar. Para Onoda, la guerra terminará 10 000 noches después.
27 de diciembre de 2021
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no se veía con tanta claridad la luz de la luna en el cine. Una capa azul pálido que se posa sobre el mar, los árboles y la arena. Harari también cubre con este manto, fruto de un reflejo, a su aislado protagonista, perdido durante treinta años por no creerse el final de la guerra. Al arropar a su personaje con ese brillo celestial es como si quisiera protegerlo, no como mero observador de su periplo sino como creador empático, como padre protector, como si el horror de la soledad, de la paranoia y de la locura hicieran imposible renunciar a la alteridad del propio director.
Es así que podríamos explicar la belleza de los momentos más duros del film, como si quisiera disipar el dolor en el esplendor del plano. Como si el tono aventurero y optimista de su nueva vida fueran el mecanismo de defensa para que podamos soportar el hecho de un hombre transformado para siempre por culpa de la guerra.
Me pregunto si la última vez que vi una luz lunar si intensa fue sobre la cabeza de David Bowie sobresaliendo de la arena, en Feliz Navidad, Mr. Lawrence, otra película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que el cambio psicológico, extracorporal incluso, de sus personajes, sus relaciones entre ellos y a su vez con el entorno cobraba mayor importancia que el propio conflicto. Onoda también parece una película de Oshima no sólo por la composición de cada fotograma, sino por la propia textura del film, por el grano mismo de la imagen.
Es así que podríamos explicar la belleza de los momentos más duros del film, como si quisiera disipar el dolor en el esplendor del plano. Como si el tono aventurero y optimista de su nueva vida fueran el mecanismo de defensa para que podamos soportar el hecho de un hombre transformado para siempre por culpa de la guerra.
Me pregunto si la última vez que vi una luz lunar si intensa fue sobre la cabeza de David Bowie sobresaliendo de la arena, en Feliz Navidad, Mr. Lawrence, otra película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que el cambio psicológico, extracorporal incluso, de sus personajes, sus relaciones entre ellos y a su vez con el entorno cobraba mayor importancia que el propio conflicto. Onoda también parece una película de Oshima no sólo por la composición de cada fotograma, sino por la propia textura del film, por el grano mismo de la imagen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Harari ha hecho hoy una película francesa en japonés, que transcurre de los años 30 a los 70 y aún así parece rodada en los años 80. La extrapolación temporal y espacial del relato arrancan de la actualidad la propia dirección del cineasta situándolo frente al riesgo de presentarnos un producto impersonal. Sin embargo, sortea el peligro con brío al brindarnos una obra que sulibeya por su majestuosidad y que enternece por su propia implicación de autor en la narración, visual y escrita, que confiere un aura de cuento infantil que termina por desmoronarse en el momento más violento, al encuentro de una isleña perdida en la frondosidad del bosque.
Al final de cada episodio, uno de los personajes bebe la lluvia y la cámara prende vuelo, en pan vertical, hasta el cielo, desde donde vislumbramos el techo de ramas de la jungla como flotando en la euforia del optimismo de los soldados, presos de su propia ensoñación. Tras la muerte de ese personaje, el mismo plano de la lluvia permanece, pero ya no hay razón para el ascenso, ya se consume ese sentimiento de deber y honor que convierten al último superviviente en alma errante, camuflada en el follaje, casi invisible, cual fantasma rural, cual criatura legendaria que se pasea, al fin, en busca de paz.
hommecinema.blogspot.com
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Al final de cada episodio, uno de los personajes bebe la lluvia y la cámara prende vuelo, en pan vertical, hasta el cielo, desde donde vislumbramos el techo de ramas de la jungla como flotando en la euforia del optimismo de los soldados, presos de su propia ensoñación. Tras la muerte de ese personaje, el mismo plano de la lluvia permanece, pero ya no hay razón para el ascenso, ya se consume ese sentimiento de deber y honor que convierten al último superviviente en alma errante, camuflada en el follaje, casi invisible, cual fantasma rural, cual criatura legendaria que se pasea, al fin, en busca de paz.
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