29 de julio de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la llamada vida real o en esta película insufrible, Rita estuvo por encima de parejas y de argumentos; incluso padeció lo suyo enamorada de un tipo jodido como Orson, que la consideraba muñeca de escaparate y le regaló una sorprendente Dama de Shangai, única travesía de Welles por el cine negro: queriendo destruir la imagen de sex symbol, hoy lo mejor de la película es ella.
Pero estamos en Gilda donde su belleza, su osadía y su rendido amor apenas se sostienen: el argumento es una tontería, los dos actores son una cosa plúmbea, adoquinada, más aburrida que caminar de espaldas dos manzanas. No hay manera de que deje de odiar a Glenn Ford por esa bofetada, pero lo más patético es que, recién salido de un psiquiátrico, ya mayor, en un Festival de San Sebastián le pasaron Gilda y al ver a Rita le dio un ataque de llanto y su enfermera tuvo que retirarlo de la sala y sedarlo.
Rita Hayworth no tuvo la suerte merecida: era hermosísima, estupenda actriz, cantaba y bailaba maravillosamente, pero sobre todo, era única: Margarita Carmen Cansino, Nueva Yorl, 1918-1987; primera gran figura del cine USA que enfermó de Alzheimer y la maldita palabra dio la vuelta al mundo con un rostro prematuramente envejecido ya en los primeros años setenta.
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