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Voto de Servadac:
7
15 de julio de 2018
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
A esas alturas de su cinematografía, Truffaut ya no tenía nada que demostrar; se embarcó, por ello, en el puro placer de realizar esta película.
Dos son, a mi modo de ver, las posibilidades de abordarla. La primera consiste en ir hilando pieza a pieza la intriga argumental. Una intriga apresurada y algo torpe trufada de casualidades irrisorias.
La segunda, mucho más intensa y sensorial, es zambullirse en la fotografía, blanca y negra, de Néstor Almendros. Recrearse en su atmósfera, en la tensión dramática de alguna escena, en la sucesión rítmica de su planificación. En las citas y homenajes al cine de Alfred Hitchcock, al cine negro, al cine en toda su amplitud. En tomarse, en fin, la cinta, como una celebración dominical.
El humor, a Truffaut, no le funciona. Esa es, para mí, su apuesta más fallida.
Por lo demás, todo en ‘Vivamente el domingo’ es un MacGuffin: cartas, cartuchos, amores y amoríos. Y qué gran invento es el MacGuffin. Pretexto, triquiñuela, señuelo, licencia para disfrutar del cine sin rubor; para inventarse realidades paralelas; colarse entre dos mundos (vida y muerte), tejer un nido de alegría entre las sombras...
La película, en tono, es felicísima. El arte, para Truffaut, ha sido siempre la respuesta. La respuesta a un universo indiferente, oscuro, ciego, sin moral.
===
Cierro este breve texto, ligero y veraniego, sumándome a la reivindicación del arte por el arte. ¿Y el título, diréis? No es más que otro MacGuffin...
Dos son, a mi modo de ver, las posibilidades de abordarla. La primera consiste en ir hilando pieza a pieza la intriga argumental. Una intriga apresurada y algo torpe trufada de casualidades irrisorias.
La segunda, mucho más intensa y sensorial, es zambullirse en la fotografía, blanca y negra, de Néstor Almendros. Recrearse en su atmósfera, en la tensión dramática de alguna escena, en la sucesión rítmica de su planificación. En las citas y homenajes al cine de Alfred Hitchcock, al cine negro, al cine en toda su amplitud. En tomarse, en fin, la cinta, como una celebración dominical.
El humor, a Truffaut, no le funciona. Esa es, para mí, su apuesta más fallida.
Por lo demás, todo en ‘Vivamente el domingo’ es un MacGuffin: cartas, cartuchos, amores y amoríos. Y qué gran invento es el MacGuffin. Pretexto, triquiñuela, señuelo, licencia para disfrutar del cine sin rubor; para inventarse realidades paralelas; colarse entre dos mundos (vida y muerte), tejer un nido de alegría entre las sombras...
La película, en tono, es felicísima. El arte, para Truffaut, ha sido siempre la respuesta. La respuesta a un universo indiferente, oscuro, ciego, sin moral.
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Cierro este breve texto, ligero y veraniego, sumándome a la reivindicación del arte por el arte. ¿Y el título, diréis? No es más que otro MacGuffin...