Ideal para ver desayunando sin prisas, así a lo tonto. La película está viva desde el principio hasta el final, con buen ritmo y estupendas mezclas de realidad e irrealidad. Ambas cosas suceden y conviven de forma elegante y natural.

Lástima que los tópicos dulces de la hermandad humana sean el peso de la identidad del film; el amor, la amistad y todo eso que sin llegar a ser empalagoso, si que hiere un poco la sensibilidad del que no comulgue con el rollito. El final pone la guinda definitiva de dulzor que no le hacía falta en absoluto. Pese a esto, el film no desmerece para nada. Es sensato y certero. Habla de la muerte y de la vida con naturalidad, igual que de la fantasía que también de forma natural, se ofrece como regalo al espectador.