Media votos
5,7
Votos
1.038
Críticas
35
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Maese Huvi:
6
6,5
4.972
Terror. Fantástico
Tras presenciar la muerte de su hermana bajo las garras de un lobo, la joven Rosaleen regresa a casa de su abuela, lugar donde ella acostrumbra a contar historias acerca del hombre lobo y del peligro que entrañan los hombres cejijuntos. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2008
48 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Neil Jordan y Angela Carter (co-autora del guión, basado a su vez en un relato suyo) reinterpretan en esta película el cuento popular de Caperucita Roja. Es bien conocido que los cuentos de hadas son mucho más que simples fábulas y que contienen siempre una enseñanza para la vida que los niños han de interiorizar. De inocentes no tienen nada. Caperucita Roja es una alegoría del tránsito de la infancia a la pubertad, de la pérdida de la inocencia y el despertar a la sexualidad. “Caperucita Roja es una niña que ya lucha con los problemas de la pubertad, para lo que todavía no está preparada desde el punto de vista emocional, puesto que no ha vencido aún sus conflictos edípicos.” (Bruno Bettelheim: Psicoanálisis de los cuentos de hadas). Pero la película de Jordan no es una mera versión cinematográfica del cuento, sino que lo reinventa, añadiéndole elementos tomados de otros cuentos y mitos (el más evidente el del hombre lobo), así como añadidos sólo entendibles en el contexto de la modernidad, o tal vez deberíamos decir de la posmodernidad, pues el resultado es un pastiche (tan del gusto posmoderno) en plano estético tanto como en el narrativo, si bien a diferencia de otros productos similares tiene una coherencia interna dentro de su heterogeneidad y una calidad más que dignas.
Desde el punto de vista técnico la película es más que notable. Los escenarios, tenebrosos y mágicos, recrean bastante bien lo que podemos imaginar al leer o escuchar los viejos cuentos de hadas, ese ambiente onírico, opresivo y acogedor al mismo tiempo, que cambia según el tono del relato. A crear este ambiente contribuye la magnífica fotografía, muy colorista. Y hay que destacar también los efectos especiales, con una de las mejores transformaciones en hombre lobo del cine: creíble (hasta cierto punto, claro), bella y brutal, pero también sobria (al menos en comparación con lo que solemos estar acostumbrados en el cine licántropo, especialmente en los últimos tiempos).
Desde el punto de vista técnico la película es más que notable. Los escenarios, tenebrosos y mágicos, recrean bastante bien lo que podemos imaginar al leer o escuchar los viejos cuentos de hadas, ese ambiente onírico, opresivo y acogedor al mismo tiempo, que cambia según el tono del relato. A crear este ambiente contribuye la magnífica fotografía, muy colorista. Y hay que destacar también los efectos especiales, con una de las mejores transformaciones en hombre lobo del cine: creíble (hasta cierto punto, claro), bella y brutal, pero también sobria (al menos en comparación con lo que solemos estar acostumbrados en el cine licántropo, especialmente en los últimos tiempos).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La alegoría es llevada un punto más allá de su forma clásica por medio de un enrevesado relato en el que distintos cuentos (narrados por la abuela para poner en alerta a la niña respecto al peligro que representa el hombre y su deseo sexual) se superponen a una realidad mágica y atemporal que a su vez es soñada por la niña en un escenario moderno. Todo ello en un contexto en el que los símbolos abundan siendo evidentes algunos (la sangre que se mezcla con la sangre al serle cortada la cabeza a un hombre lobo en uno de los cuentos de la abuela, ¿qué os sugiere?) y otros no tanto. Quizás en determinados momentos esa superabundancia de símbolos llega a abrumar y a restar fuerza al relato (o relatos), haciéndole perder fluidez.
La inclusión del hombre lobo es interesante desde varios puntos de vista: como elemento fantástico-terrorífico puramente estético, como alegoría de la sexualidad liberada, como metáfora del hombre en tanto que ser brutal, pero especialmente como la encarnación del seductor, de aquel que despierta la sexualidad de la niña en tránsito hacia mujer. “Nunca te fíes de un hombre cuyas cejas se le juntan”, dice la abuelita tratando de preservar la inocencia de la niña, pero puede más en ésta la curiosidad y el deseo de conocer lo prohibido. El hombre lobo representa lo reprimido que sale a la luz, el deseo, la sexualidad que despierta. Y ese despertar ha de ser controlado, evitando que lo haga bruscamente, ése es el sentido del mito, del cuento: controlar lo que es incontrolable, educar, reprimir. Al ser devorada por el lobo, Caperucita muere, pero muere en tanto que niña, renaciendo como mujer. Nace a la sexualidad, por tanto, pero a una sexualidad temerosa siempre del lobo, forjada en una experiencia traumática. Pero esta Caperucita posmoderna no es devorada, sino que cede a la seducción del lobo, se une a él, convirtiéndose en su igual. Esto cambia el sentido del cuento. La sexualidad no nace de una experiencia traumática (de una inocencia violada en cierto sentido) sino de una experiencia asumida, elegida por Caperucita, que decide huir con el lobo. Es el amor que triunfa frente a un mundo sobreprotector y represivo. Ésta puede ser una lectura. Pero también hay otra, la de la precocidad. Es la sexualidad de la niña que ya quiere ser mujer y se maquilla para parecerse a su hermana mayor, a la que envidia por pertenecer ya a la edad adulta, tal y como aparece en el principio de la película. Es la adolescencia ganándole terreno a la infancia, producto de una sociedad que trata a los niños como consumidores en miniatura y les vende móviles, barras de labio y discotecas, una sociedad que obliga a los niños a reproducir el mundo adulto con lo que les niega el derecho a descubrir, a investigar y a imaginar una relaciones que no sean las impuestas. Dos lecturas intercambiables, conflictivas, contradictorias pero que también pueden combinarse o al menos complementarse en una sociedad tan esquizofrénica como ésta.
La inclusión del hombre lobo es interesante desde varios puntos de vista: como elemento fantástico-terrorífico puramente estético, como alegoría de la sexualidad liberada, como metáfora del hombre en tanto que ser brutal, pero especialmente como la encarnación del seductor, de aquel que despierta la sexualidad de la niña en tránsito hacia mujer. “Nunca te fíes de un hombre cuyas cejas se le juntan”, dice la abuelita tratando de preservar la inocencia de la niña, pero puede más en ésta la curiosidad y el deseo de conocer lo prohibido. El hombre lobo representa lo reprimido que sale a la luz, el deseo, la sexualidad que despierta. Y ese despertar ha de ser controlado, evitando que lo haga bruscamente, ése es el sentido del mito, del cuento: controlar lo que es incontrolable, educar, reprimir. Al ser devorada por el lobo, Caperucita muere, pero muere en tanto que niña, renaciendo como mujer. Nace a la sexualidad, por tanto, pero a una sexualidad temerosa siempre del lobo, forjada en una experiencia traumática. Pero esta Caperucita posmoderna no es devorada, sino que cede a la seducción del lobo, se une a él, convirtiéndose en su igual. Esto cambia el sentido del cuento. La sexualidad no nace de una experiencia traumática (de una inocencia violada en cierto sentido) sino de una experiencia asumida, elegida por Caperucita, que decide huir con el lobo. Es el amor que triunfa frente a un mundo sobreprotector y represivo. Ésta puede ser una lectura. Pero también hay otra, la de la precocidad. Es la sexualidad de la niña que ya quiere ser mujer y se maquilla para parecerse a su hermana mayor, a la que envidia por pertenecer ya a la edad adulta, tal y como aparece en el principio de la película. Es la adolescencia ganándole terreno a la infancia, producto de una sociedad que trata a los niños como consumidores en miniatura y les vende móviles, barras de labio y discotecas, una sociedad que obliga a los niños a reproducir el mundo adulto con lo que les niega el derecho a descubrir, a investigar y a imaginar una relaciones que no sean las impuestas. Dos lecturas intercambiables, conflictivas, contradictorias pero que también pueden combinarse o al menos complementarse en una sociedad tan esquizofrénica como ésta.