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Voto de Anibal Ricci:
8
6,6
596
Drama
Alfonso es un viejo campesino que retorna después de 17 años al hogar que abandonó debido a que su único hijo padece una grave enfermedad. Al llegar a la región descubre que todo lo que alguna vez conoció ya no existe y que su familia está a punto de ser desplazada por una amenaza invisible que recorre los vastos laberintos de la caña de azúcar llenándolo todo con signos de destrucción y muerte. Ante este difícil panorama, Alfonso hará ... [+]
22 de octubre de 2015
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película colombiana inicia con un plano fijo, un resumen de lo que vendrá: polvo y tonos grises. La acción transcurre cancina, sin música, plano tras plano, cada uno de los cuáles parece una obra pictórica y es que los encuadres son perfectos. La "tierra" es el paisaje inmutable de cañaverales, tanto fuera de la casa como en el lugar de trabajo, que evidencia la ausencia de tiempo. Todo trascurre al ritmo de un trabajo lento y repetitivo. La "sombra" es la incapacidad de los personajes de escapar de ese purgatorio de muertos vivientes, se nota en la postura de los cuerpos, derrotados por la tierra y sumidos en las sombras de sus mentes. Recordé a Neruda y sus Alturas de Machu Picchu: "Todos desfallecieron esperando su muerte, su corta muerte diaria, y su quebranto aciago de cada día era, como una copa negra que bebían temblando". La diferencia es que los personajes de la película ya habían dejado de existir hace años. La estética de lo miserable ronda todo el metraje, el tiempo se hace eterno, como las vidas grises que solo esperan su muerte. Aparecen los créditos y la melodía final es incapaz de aliviar la opresión que siento en el pecho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La "tierra" representa el trabajo rústico, corte a machete de los cañaverales y posteriores quemas que van llenando el ambiente de humo. Los personajes son dos abuelos separados por la vida, un hijo y su esposa, y el nieto. El hijo (Gerardo) está enfermo del ambiente tóxico y tanto los visillos de las ventanas como las sábanas son representados como las membranas de un pulmón que intenta filtrar las cenizas que caen incesantes. Gerardo incluso se cubre con una sábana, un verdadero fantasma que apenas puede respirar. La "sombra" son los cielos cerrados, nublados o llenos de humo y, sobre todo, los personajes que están más muertos que vivos (salvo quizás el nieto) y que salen a trabajar de madrugada para llegar de noche en el mismo bus con luces precarias que recoge a los trabajadores, con salarios atrasados y miserables, y con una película de hollín que cubre sus cuerpos. La "tierra" es el paisaje inmutable de cañaverales, tanto fuera de la casa como en el lugar de trabajo, que evidencia la ausencia de tiempo. Todo trascurre al ritmo de un trabajo lento y repetitivo. La "sombra" es la incapacidad de los personajes de escapar de ese purgatorio de muertos vivientes, se nota en la postura de los cuerpos, derrotados por la tierra y sumidos en las sombras de sus mentes. Hacia el final llega la muerte y el cadáver es retirado por un furgón que surge de las llamas, un imagen dantesca, en medio de la noche llena de cenizas, donde los cuatro sobrevivientes yacen estáticos y sin ninguna posibilidad de redención. Recordé a Neruda y sus Alturas de Machu Picchu: "Todos desfallecieron esperando su muerte, su corta muerte diaria, y su quebranto aciago de cada día era, como una copa negra que bebían temblando". La diferencia es que los personajes de la película ya habían dejado de existir hace años. Al final el director rubrica su visión hiperrealista con un casi único travelling que enfoca primero a la familia que huye de la maldita casa, y luego a la abuela, que se queda atada a esos paisajes arrasados por las llamas.