Dentro de los directores que emergieron hace por lo menos veinte años atrás, hay quienes siguen enfrascados en hacer películas al estilo de la telenovela, gente que deja antecedentes muy marcados por sus películas, y que recurren a toda la accesoria del melodrama para cubrir las deficiencias de lo primordial y lo realmente creativo, tal es el caso de Lara.

Protagonizada por la multifacética Ximena Ayala y Vadhir Derbez, conforman una dispareja que jamás conecta por las limitaciones de él y un guión que le queda demasiado chico a ella, quien con una filmografía con interpretaciones camaleónicas jamás se concibe su participación un proyecto pobre que va al intento por dignificar a la mujer.

Cuando Diego —un famoso—, cae en bancarrota y debe reiniciar desde el escalafón del olvido y la desgracia, Vivi una de sus exasistentes intervendrá en su auxilio, pero en esta ocasión desde una trinchera en la que él se percatará de su presencia. De esta interacción y como se prevé, nacerá una relación en la que el codiciado va en la transformación de ella y hacerla a su modo, mientras ambos van en ascenso en el mundo de la moda —así no más, porque de la nada la chavala es un talento desconocido.

Las deficiencias argumentales radican al no construir personajes con verdadero sentido común, olvidan su contexto y van encontrando soluciones fáciles que develan por enésima ocasión la falta de un trabajo ingenioso de un director con presupuestos pero sin brújula.

Resultado poco menos que elemental.