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8
7,6
5.205
Drama. Romance. Comedia
Jean-Louis, un ingeniero católico de treinta años, descubre un día a la salida de misa a Françoise, una mujer rubia, y presiente que algún día se casará con ella, pero la pierde entre la multitud. Por otra parte, su viejo amigo Vidal, marxista convencido, lo lleva a casa de Maud, una bella divorciada. (FILMAFFINITY)
10 de julio de 2009
51 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Predestinación jansenista contra Racionalismo pascaliano en tres actos. Pocas veces he visto en la pantalla un discurso tan espléndidamente construido: se niega a sí mismo con un humor nada pedante.
El acto central de la comedia, la cena en casa de Maud, es verdaderamente magistral: cómo se va desenvolviendo un encuentro humano en su decisiva cotidianidad. Somos espectadores del tiempo, que se construye a sí mismo, marca el devenir de los personajes y a la vez los hace sus víctimas.
El ritmo; asombra que la belleza de esta secuencia de tres personajes que apenas se mueven esté precisamente en su movimiento; quizás porque el estilo narrativo consigue definitivamente suprimir la narración, y la imagen se hace palabra y a la inversa: puede decirse que el diálogo –recalco, el diálogo, no el guión- se compone de líneas, miradas en plano y miradas fuera de plano. Y uno no puede sino dejarse fascinar por esa maravillosa red tejida en tiempo real, metáfora de la situación de los dos protagonistas, incapaces de realizar un sencillo acto de elección. El trampantojo dialéctico en este caso –la conversación trata justamente sobre el libre albedrío- no es artificioso, es mucho más inteligente que en otras películas de Rohmer y casa perfectamente con el entorno humano en que lo sitúa; Mi noche con Maud es, por vocación y también por necesidad, un juego, pero no un juguete.
Dos reparos de cierta importancia
El acto central de la comedia, la cena en casa de Maud, es verdaderamente magistral: cómo se va desenvolviendo un encuentro humano en su decisiva cotidianidad. Somos espectadores del tiempo, que se construye a sí mismo, marca el devenir de los personajes y a la vez los hace sus víctimas.
El ritmo; asombra que la belleza de esta secuencia de tres personajes que apenas se mueven esté precisamente en su movimiento; quizás porque el estilo narrativo consigue definitivamente suprimir la narración, y la imagen se hace palabra y a la inversa: puede decirse que el diálogo –recalco, el diálogo, no el guión- se compone de líneas, miradas en plano y miradas fuera de plano. Y uno no puede sino dejarse fascinar por esa maravillosa red tejida en tiempo real, metáfora de la situación de los dos protagonistas, incapaces de realizar un sencillo acto de elección. El trampantojo dialéctico en este caso –la conversación trata justamente sobre el libre albedrío- no es artificioso, es mucho más inteligente que en otras películas de Rohmer y casa perfectamente con el entorno humano en que lo sitúa; Mi noche con Maud es, por vocación y también por necesidad, un juego, pero no un juguete.
Dos reparos de cierta importancia
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por un lado, los actos primero y tercero desmerecen del segundo, que ha sido realmente el objeto de mi comentario. No es que me parezcan inferiores –son necesarios para la comprensión de los personajes y de la trama y, además, contienen buen cine- sencillamente los juzgo de excesiva duración. "Mi noche con Maud" es una "nouvelle" cinematográfica que exigía un prólogo, un epílogo y poco más. Sin embargo, la tendencia de Rohmer a divagar sobre cualquier cosa se hace más acusada aquí, en contraste con la ajustadísima secuencia de la cena: es cierto que, paradójicamente, en ella los personajes no hacen más que divagar, pero cada frase, cada mirada, cada movimiento tiene tal poder de sugestión indirecta que no hay lugar alguno para lo residual.
Y, por otro lado, con su perfección falsamente minimalista, el segundo acto de Mi noche con Maud contiene, en un estado embrionario que se va desplegando ante nuestros ojos hasta fructificar por completo, todo el ideario artístico de Rohmer, no importa que la duración sea de apenas cuarenta minutos. Lo malo de Mi noche con Maud es que convierte en inútil a la mayor parte de la filmografía de Rohmer.
Y, por otro lado, con su perfección falsamente minimalista, el segundo acto de Mi noche con Maud contiene, en un estado embrionario que se va desplegando ante nuestros ojos hasta fructificar por completo, todo el ideario artístico de Rohmer, no importa que la duración sea de apenas cuarenta minutos. Lo malo de Mi noche con Maud es que convierte en inútil a la mayor parte de la filmografía de Rohmer.