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Voto de Betawatcher:
3
27 de setiembre de 2021
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Pues, erase una vez una hermosa cantante aficionada que iba de teatro y teatro, de fiesta clandestina en fiesta clandestina, con más tortazos contra la puerta que un pisapapeles de cocina, cargando más fardos que en un muelle, con los tacones más viejos del escenario. Uno de esos fardos, que no era tal, consigue convertirse en su gran amigo, Ted Cotter, maravilloso cantante, que también ejercía el pluriempleo pero que ejerce con más tino y menos pájaros en la sesera.
La cantante conoce a un Gold Boy, un manirroto, Bart Clinton, que la invita a su suite y a galanteos anticuados.
La cantante conoce a un Gold Boy, un manirroto, Bart Clinton, que la invita a su suite y a galanteos anticuados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Lo que Rose no sabe y lo que estamos a pronto de descubrir nosotros también es que el manirroto es un estafador y un caradura que ha utilizado su cita con la cantante para darle esquinazo a los polizontes que se presentan en la casa del anfitrión y que él sabe que le vienen siguiendo, debido a la profesión que ejerce. Todo lo demás es la historia de siempre, hombre malo, mujer que le perdona todo y los amigos de ella que sufren.
El policía se aparece en la habitación de Clinton con el paquete que el mismo Clinton ha encargado a la joyería, poniendo como aval la casa de su amigo rico. Cuando Clinton vende los muebles de otro amigo para pagar las deudas y el amigo le denuncia, Rose decide apoyarlo y Cotten muy amable, decide pagar su fianza para sacarlo de la cárcel, el día del juicio Clinton, haciendo gala de su hipocresía y de su poco amor hacia Rose, no comparece ante el juez, haciendo que Cotten pierda el dinero de la fianza y Rose en vez de ver su confianza en Clinton destrozada, sólo se le pasa por la cabeza lo mal que se siente ella misma por no poder ayudar más a “su hombre”.
El escándalo estalla, puesto que Rose se ha hecho muy popular en los shows de Ziegfield, así que entre los productores deciden hacer un espectáculo personalísimo dónde ella cantará una canción triste acerca de una mujer que consiente todo a su pareja, “Es mi hombre”. Rose tiene un éxito arrollador, tanto que llega a oídos del huído Clinton, que empieza a moquear y retorna al nido, más semejante al hijo pródigo de una mamá un poco loca que a un amante ardiente y fervoroso. Más como niño que como hombre, y así debieran haberlo caracterizado los guionistas, a él de niño y a Rose que fuese su mamá, con todos mis respetos lo digo.
Al ver esta película, a una le entran ganas de levantarse de la silla y decirle a la hermosa cantante: “No hermosa, él no es tu hombre”. Y es que entre ambos protagonistas la química es igual a cero, Tyrone tirando el caramelito al aire pa romper la muela vieja, y ella mirando entre las pestañas o hacia arriba como si estuviera mirando un farol. La pareja parece tener cientos de años, se mueven como dos tanques, con más ejes que un carrito de la compra patrocinado por iveco, prescindiendo de la majestuosidad que puedan tener en circulación por autovía.
El policía que va a avisar a Clinton, ¿qué pinta en la trama? Una pensaría que está en la cinta por algo, pero al final resulta que deja escapar al pollo y Cotten pierde la fianza...
Los números musicales hacen propaganda del tabaco, las relaciones tóxicas y el egoísmo por bandera, pero todo está fuera de sitio como si nadie estuviera mirando o como si todo el mundo deseara pasar y marcharse pronto.
Realmente no era su hombre, era su hijito.
El policía se aparece en la habitación de Clinton con el paquete que el mismo Clinton ha encargado a la joyería, poniendo como aval la casa de su amigo rico. Cuando Clinton vende los muebles de otro amigo para pagar las deudas y el amigo le denuncia, Rose decide apoyarlo y Cotten muy amable, decide pagar su fianza para sacarlo de la cárcel, el día del juicio Clinton, haciendo gala de su hipocresía y de su poco amor hacia Rose, no comparece ante el juez, haciendo que Cotten pierda el dinero de la fianza y Rose en vez de ver su confianza en Clinton destrozada, sólo se le pasa por la cabeza lo mal que se siente ella misma por no poder ayudar más a “su hombre”.
El escándalo estalla, puesto que Rose se ha hecho muy popular en los shows de Ziegfield, así que entre los productores deciden hacer un espectáculo personalísimo dónde ella cantará una canción triste acerca de una mujer que consiente todo a su pareja, “Es mi hombre”. Rose tiene un éxito arrollador, tanto que llega a oídos del huído Clinton, que empieza a moquear y retorna al nido, más semejante al hijo pródigo de una mamá un poco loca que a un amante ardiente y fervoroso. Más como niño que como hombre, y así debieran haberlo caracterizado los guionistas, a él de niño y a Rose que fuese su mamá, con todos mis respetos lo digo.
Al ver esta película, a una le entran ganas de levantarse de la silla y decirle a la hermosa cantante: “No hermosa, él no es tu hombre”. Y es que entre ambos protagonistas la química es igual a cero, Tyrone tirando el caramelito al aire pa romper la muela vieja, y ella mirando entre las pestañas o hacia arriba como si estuviera mirando un farol. La pareja parece tener cientos de años, se mueven como dos tanques, con más ejes que un carrito de la compra patrocinado por iveco, prescindiendo de la majestuosidad que puedan tener en circulación por autovía.
El policía que va a avisar a Clinton, ¿qué pinta en la trama? Una pensaría que está en la cinta por algo, pero al final resulta que deja escapar al pollo y Cotten pierde la fianza...
Los números musicales hacen propaganda del tabaco, las relaciones tóxicas y el egoísmo por bandera, pero todo está fuera de sitio como si nadie estuviera mirando o como si todo el mundo deseara pasar y marcharse pronto.
Realmente no era su hombre, era su hijito.