Producción canadiense con tufo a estantería de videoclub que llegó a estrenarse en algún cine español a mediados de los noventa. Su reclamo, una Jamie Lee Curtis protagonista que acababa de salir del éxito de Mentiras Arriesgadas. Secundan Peter Gallagher (American Beauty), Joanne Whalley-Kilmer (Willow), Vanessa Redgrave (Mission: Impossible) y Luke Edwards. Dirige Yves Simoneau, quien tiene como punto álgido en su carrera trabajos para series como Los 4400 y V (Los Visitantes).

Judith Madigan (Curtis) se presenta en su hogar con intención de recuperar a su marido (Gallagher) y sus tres hijos, tres años después de haberles abandonado. En su vuelta descubre que éstos han rehecho su vida, y que el otrora hombre de su vida tiene intención de divorciarse de ella para casarse con una profesora (Kilmer). Una desequilibrada Judith les hará la vida imposible y, además, tratara de convencer al hijo primogénito (Edwars) de que la ayude a ello, aún a costa de poner en peligro sus vidas.

Ser cinéfago quiere decir que uno se traga lo que le echen: superproducciones, clásicos, cine independiente, series B, animación, e incluso a veces, alguna infecta película con trama de telefilm como Regreso Inesperado. Lo peor es que ya sabía dónde me metía, la vi tras alquilarla en el videoclub del barrio en mis años jovenzuelos. Lo que he reencontrado es una suma de Atracción Fatal (1987) con El Buen Hijo (1993), un thriller con mujer psicópata con las características esenciales del subgénero al que pertenece: acoso y derribo a una familia, alguna escena subida de tono, un par de sustos, y un final a vida o muerte. Ninguna novedad y 'casi' nada por lo que valga la pena ponerse a verla.

Ese 'casi' proviene de ver a Jamie Lee Curtis comiéndose con patatas al resto de reparto y ofreciendo un papel con el que, por lo menos, se la ve disfrutar aportando ciertas dosis de maldad.