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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
2
Aventuras. Romance La hija de un Califa en un reino de Asia, se empeña en casarse contra la voluntad de su padre con un pretendiente que goza de mala reputación. Para evitar el aceptar por esposo al que su padre ha elegido, se fuga del Palacio con el fin de reunirse con aquel que su fantasía y capricho ha adornado de altos dones. En el camino encuentra a un joven barbero, ansioso de riquezas y buena situación, que la ayuda a evadir la patrulla enviada por ... [+]
28 de julio de 2011
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe eso llamado "películas de culto". Todo cinéfilo aspira a ver un puñado de ellas. El problema de las películas de culto es que nadie las ha visto, y que los pocos que lo lograron vagan enloquecidos por oscuros pasillos subterráneos, suplicando una muerte misericordiosa que nunca llega. Por lo tanto, una película de culto siempre implica la posibilidad de perder la razón y sumirse en abismos plagados de seres viscosos y de alas correosas.
Todo esto viene a cuento de Amazonas negras, durante décadas alabada y saludada como una rareza de no te menees. De modo que puse manos a la obra. Un amigo (ex amigo, debería decir) la vio y me la obsequió, con una sonrisita torcida que no presagiaba nada bueno. Nada más empezar, ya sabes que vas a sufrir. Está John Derek, con demasiados dientes centelleantes, y una princesa de rotundos pechos (Elaine Stewart) que se dedica a tocar los ovarios a todas sus esclavas. Y, de repente, por obra y desgracia de Dimitri Tiomkin, que aquel día olvidó tomar la medicación, se oye al fondo una horrísona cancioncilla interpretada (es un decir) por Nat King Cole, acompañado de un coro celestial capaz de convocar a los Profundos más repulsivos. Salen las amazonas, pero no van de negro, y de hecho parecen las chicas de Colsada con disfraz vagamente oriental, y un príncipe malvado, y un mercader corrupto, y más tías con pinta de hacer la calle, y al final se visten de negro, las amazonas, y John Derex exhibe más dientes aún, y se me acabó el whisky, y empecé a aullar, y llegaron los vecinos, entonces ya babeaba, y oí a lo lejos la sirena de una ambulancia... y de repente me dscubro escribiendo esto. ¿Qué habrá pasado? Señoras y señores, pasean y vean: ¡Amazonas negras!
Eduardo
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