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Voto de Chagolate con churros:
4
Fantástico. Drama El Tío Boonmee sufre una insuficiencia renal aguda y decide acabar sus días entre los suyos en el campo. Sorprendentemente, los fantasmas de su mujer muerta y de su hijo desaparecido se le aparecen y lo toman bajo sus alas. Mientras medita sobre los motivos de su enfermedad, Boonmee atraviesa la jungla con su familia hasta llegar a una cueva en la cima de una colina, el lugar donde vino por primera vez al mundo. (FILMAFFINITY)
16 de septiembre de 2011
38 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo diría que más que el tío Boonmee, el que está muriendo es el cine conocido. Que por otro lado ya era hora. Más que nada porque con más de ciento veinte años de historia, lleva cien sin cambiar un ápice, exceptuando sobresalientes esfuerzos por parte de algunos directores. Parece que con la llegada del siglo XXI, algunos realizadores a base de insistir, nos dejan el arte sin estructura narrativa.

Digo yo que lo veo bien aunque aún me embriague el sopor de estos ejercicios. Lo veo bien por eso de evolucionar, vamos, que después cada uno tendrá sus preferencias, y por mucho arte en movimiento siempre habrá quien prefiera un Rafael a un Mondrian.

Pero hay movimiento, vaya. Aunque sea minoritario, produzca vértigo, y las salpicaduras sean poco beneficiosas. El cómo separar el grano de la paja ya es otro cantar. Yo creo que no lo tienen claro ni los propios realizadores. Todo sea porque empiecen a tirarse pullas. A ver que pasa entonces.

Que ahora me dejen el cine sin un hilo narrativo molesta, para que engañarse. Pero pasa un poco también con la pintura de abstracción. Que si lo difícil es la estructura y se la meriendan, pues cualquiera puede coger una cámara y ponerse a ello. Sí, claro, como los Pollock y los niños. A eso vamos. Así que creo que el problema es de mentalizarse. Bueno, hay un problema más grave. Y es que el cine en lugar de evolucionar como arte, ha evolucionado como espectáculo; y claro, que de buenas a primeras, nos planten una desnudez tan extrema, sin que el público haya pasado siquiera por bisagras sacrosantas como Bresson u Ozu es cuando menos, escandaloso. Pero es que ni pasando por ellas puedo aún disfrutar de ciertas propuestas donde por mucho que busque, no encuentro lírica.

Y ando en eso, no se crean. Que sudores no me faltan y ojeras tampoco. Porque voy como preocupado, pendiente de que no se escape nada cuando en el fondo, queda claro que no hay nada que se pueda escapar. Hombre que sí, que en literatura uno ya está como acostumbrado, y si no que se lean a Faulkner, que al principio molesta, pero raro es que no repitas.

Creo que en este caso, sólo unos pocos minutos están macerados en lírica (aquellos de la búsqueda de la cuna carnal) por lo que por mucho fuste que tengan esos minutos, son escasos para redondear un trabajo. Y que yo, todo sea dicho, prefiero las bisagras sacrosantas a ejercicios tan abstractos; aunque dejo la puerta abierta a posibles consumos de material cinematográfico psicotrópico (por eso de llevarme la contraria y no reconocerme en el ayer).

Visto que la lírica es subjetiva, y que entiendo que pueda despertar intensos sentimientos el visionado de esta obra de Weerasethakul, también me pregunto cuanta sugestión (de sugestionar, aclaro) estamos dispuestos a aceptar por el movimiento del arte. Y esto si me quita el sueño, a pesar de tener puesta la película.
Chagolate con churros
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