Tomando una perspectiva histórica no sorprende el revuelo que causó esta película. Ya no sólo por la crudeza de sus imágenes, sino por el atrevimiento de denunciar un status que hasta hacía bien poco era el que gobernaba España.

La película va más allá de mostrar un simple caso basado en hechos reales, y se erige en una monumental crítica hacia los poderes fácticos, a saber, la policia, la iglesia y una oligarquía política y judicial que manejaban al país como si fuera su propio cortijo.

A pesar de ello el film no vive de sus imágenes y de la polémica sino que en sí mismo es un gran film, con unas interpretaciones mágnificas y un tratamiento de la trama veraz y que, a pesar de su crudeza, huye de sensacionalismos y efectismos innecesarios.

Este es pues, un retrato no de una época ni tampoco de un lugar concreto sino de una situación histórica, de una realidad que estaba manteniendo a España en un atraso permamente y dificil solución representada, como si fuera un personaje-metáfora, por el personaje de Guillermo Montesinos, ignorante, bobalicón, cejijunto y con la boina calada, pero en el fondo inocente y sin mala intención, es decir el ideal del hombre al que engañar, manipular y robar cuando convenga al poderoso. Exactamente igual que la España de los últimos siglos.

No es de extrañar pues las virulentas reacciones que suscitó entre los sectores aquí representados. Y es que es cierto que la verdad duele, pero más cuando el que se reflejado en el espejo de la infamia es uno mismo.

Lo mejor: Su aplastante crudeza.
Lo peor: Que fuera más famosa por la polémica que por su calidad intrínseca.