El cine es maravilloso. Que a estas alturas, tras decenas de miles de horas de celuloide contempladas (a veces disfrutadas, a veces soportadas...), siga habiendo películas -a las que me enfrento no sabiendo muy bien qué voy a ver, e incluso con cierto escepticismo- que sean capaces de sorprenderme a medida que la narración avanza, me fascina y reafirma en mi amor por este maravilloso invento de hace 125 años, donde abunda la convención -narrativa, temática y estilística- (al margen de ser buen cine o no; o gustar o no) pero donde también existen aun caminos semiinexplorados, o cuanto menos tratamientos frescos, originales y valientes.

Esta grata sensación he tenido con esta obra de una pareja de cineastas brasileños desconocidos por mi (compruebo su todavía corta filmografía, que buscaré), que contando una ya de por sí curiosísima historia de licantropía infantil, se atreven a mezclarla -y tan desacomplejadamente- con cine social, drama maternofilial, aura fantasmagórico, cine "infantil" adulto, romance lésbico y hasta con toques puntuales de musical melódico. Y todo ello con "boas maneiras", efectivamente.