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Voto de Tony Montana:
6
5.9
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Drama
Cuando Winston Churchill era niño, sus padres estaban tan volcados en sus respectivas actividades que no le prestaron apenas atención alguna. Siguiendo los deseos de su padre, un prestigioso político conservador (tory), se alistó en el ejército y participó en la guerra anglo-bóer (1899-1902), donde estuvo a punto de morir. Terminada la contienda, se dedicó a la política hasta el fin de sus días. (FILMAFFINITY)
9 de septiembre de 2008
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ningún personaje ha sido tan importante en el pasado siglo como Churchill, el último bastión de la pugna contra las dictaduras de extrema derecha europeas cuando todos se daban con un canto en los dientes por el acuerdo de no agresión firmado (más bien bajada de pantalones diría yo) entre Hitler y Chamberlain. Luchó hasta el final por convencer al mundo de que los alemanes no estaban buscando anexionarse Polonia y poco más, si no que querían el mundo, y en él sólo vivirían los elegidos, y miedo da pensar el poco halagüeño futuro que le esperaba al género humano si Chamberlain nunca hubiese dimitido y Churchill se hubiera puesto al mando del Reino Unido una vez que Francia había caído. Por tanto, poco menos que un homenaje decente en el cine se merecía la personalidad más importante del XX, y Richard Attenborough, quiso brindársela con la irregular El joven Winston, relato folletinesco que recorría la juventud del mandatario inglés desde su infancia hasta el momento en que decide seguir el camino de su padre adentrándose en el escabroso y traicionero mundo de la política, pero que naufraga por la inconsistencia de su narración, por el academicismo aburrido del que siempre hace gala el veterano realizador y por la pobreza de un guión unido a la frialdad en la puesta en escena que no levanta el vuelo ni en sus escenas más o menos aventureras.
Narrada a grandes saltos con lagunas temporales en las que nunca conocemos qué ocurre, y en la que no se llega a comprender demasiado bien la participación de algunos personajes en la trama y su relación con Churchill, caso especialmente sangrante el de su cuidadora, por no hablar de algunas escenas en la que los protagonistas hablan a cámara para explicar quién sabe qué, intentando establecer vínculo con el espectador rompiendo la barrera que supone la pantalla de cine, pero que realmente repiten ideas ya expuestas y que poco o nada aportan a la historia. La frialdad predomina durante todo el metraje, haciendo imposible la empatía con los protagonistas, meras sombras arquetípicas carentes de motivación alguna. La cinta arranca de manera apresurada, intercalando varias escenas que poco o nada tienen que ver con lo que se cuenta a posteriori, y que parecen aventurar que la cinta va a ir por un camino que finalmente no termina de tomar, como es el de la aventura pura y dura. La deficiente escritura del guión hace que deba usarse una voz en off para completar, aparentemente, lo que no sabe nunca el espectador, o más bien lo que Attenborough cree que este no sabe. Nos hallamos ante el primer error. El uso mezclado de diversas voces narradoras no hacen más que subrayar lo que ya de por sí cuenta la cámara, evitando que se cuente con imágenes en otros casos, siendo un recurso narrativo bastante pobre que provoca un efecto redundante constante, y que no hubiese hecho falta si el realizador tuviese las mínimas nociones del uso de las elipsis.
Narrada a grandes saltos con lagunas temporales en las que nunca conocemos qué ocurre, y en la que no se llega a comprender demasiado bien la participación de algunos personajes en la trama y su relación con Churchill, caso especialmente sangrante el de su cuidadora, por no hablar de algunas escenas en la que los protagonistas hablan a cámara para explicar quién sabe qué, intentando establecer vínculo con el espectador rompiendo la barrera que supone la pantalla de cine, pero que realmente repiten ideas ya expuestas y que poco o nada aportan a la historia. La frialdad predomina durante todo el metraje, haciendo imposible la empatía con los protagonistas, meras sombras arquetípicas carentes de motivación alguna. La cinta arranca de manera apresurada, intercalando varias escenas que poco o nada tienen que ver con lo que se cuenta a posteriori, y que parecen aventurar que la cinta va a ir por un camino que finalmente no termina de tomar, como es el de la aventura pura y dura. La deficiente escritura del guión hace que deba usarse una voz en off para completar, aparentemente, lo que no sabe nunca el espectador, o más bien lo que Attenborough cree que este no sabe. Nos hallamos ante el primer error. El uso mezclado de diversas voces narradoras no hacen más que subrayar lo que ya de por sí cuenta la cámara, evitando que se cuente con imágenes en otros casos, siendo un recurso narrativo bastante pobre que provoca un efecto redundante constante, y que no hubiese hecho falta si el realizador tuviese las mínimas nociones del uso de las elipsis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En la primera parte nos encontramos ante la dramática infancia de Winston, clásico niño rico de la época victoriana que ha crecido en manos de una ama de llaves y criado en un régimen espartano del clásico internado inglés. La admiración del joven protagonista por su padre es el leitmotiv de esta primera parte. En ella vemos la frialdad con la que trata Lord Randolph, grandísimo Robert Shaw, a su hijo, lo que le motiva a luchar contra si mismo para satisfacer a su progenitor. La distancia que toma el director es perjudicial, impidiendo que entendamos esa falta de unión en la familia, prestando más atención a la fallida carrera del padre que a la relación entre ambos, motivo por el cual nunca entendemos la admiración que siente el pequeño, ya que el propio padre le tiene tan poco cariño que ni se acerca a él para reprenderle.
Algo más interesante se presenta la segunda parte, con un cariz más aventurero, cuando se intuye el por qué del Churchill que todos conocemos. Aquí se nota ese cierto regusto al cine de David Lean que intentaba imprimir el director, esa aparatosidad del cine épico mezclado con el intimismo psicológico, pero claro, una cosa es hablar del gran genio de este tipo de cine y otra cosa muy diferente de Attenborough, Lean de saldo incapaz de hacer un plano atrayente. Las importantes campañas nunca son explicadas, simplemente pasan ante nuestros ojos sin que seamos conscientes de qué papel juega en ellas. Fruto de estas secuencias, el personaje ha cambiado, se presenta arrogante y seguro de si mismo, ha cambiado en la escuela militar y es todo un héroe de guerra, capaz de soliviantar cualquier problema con eficacia supinam siendo un reflejo de Lord Randolph que ha conseguido ser lo que se proponía su padre y cómo el joven inglés ha vencido a su destino. Pero nos volvemos a encontrar con lagunas en el guión que hacen que ciertos personajes importantes en la vida del futuro primer ministro no tengan significación alguna, siendo un desfile de personalidades históricas que están ahí por obra y gracia de dios. Al igual que sucedía en Chaplin, la lucha del protagonista contra el mundo nunca se llega a comprender, y el inicio de la carrera política nunca es explicado, quedándose en la superficie y no permitiendo conocer los motivos que originan cada cosa en la película, nuevamente por un pobrísimo uso de la elipsis, donde el director une cosas que, si por lenguaje empleado por el director fuese, habrían ocurrido de un día para otro, hasta que la cinta acaba con un clímax sin tensión alguna, tras un discurso bien escrito pero mal ejecutado por la torpe planificación, haciéndolo pesado, y de una forma que el gran político inglés no se merecía, carente de una fuerza propia de este tipo de cine, y que deja la imagen de un niño grande y malcriado con un poco de idealista luchador en batallas que no comprendemos, entroncando con las secuencias aventureras en las colonias donde era un absoluto héroe en el sentido homérico de la palabra.
Algo más interesante se presenta la segunda parte, con un cariz más aventurero, cuando se intuye el por qué del Churchill que todos conocemos. Aquí se nota ese cierto regusto al cine de David Lean que intentaba imprimir el director, esa aparatosidad del cine épico mezclado con el intimismo psicológico, pero claro, una cosa es hablar del gran genio de este tipo de cine y otra cosa muy diferente de Attenborough, Lean de saldo incapaz de hacer un plano atrayente. Las importantes campañas nunca son explicadas, simplemente pasan ante nuestros ojos sin que seamos conscientes de qué papel juega en ellas. Fruto de estas secuencias, el personaje ha cambiado, se presenta arrogante y seguro de si mismo, ha cambiado en la escuela militar y es todo un héroe de guerra, capaz de soliviantar cualquier problema con eficacia supinam siendo un reflejo de Lord Randolph que ha conseguido ser lo que se proponía su padre y cómo el joven inglés ha vencido a su destino. Pero nos volvemos a encontrar con lagunas en el guión que hacen que ciertos personajes importantes en la vida del futuro primer ministro no tengan significación alguna, siendo un desfile de personalidades históricas que están ahí por obra y gracia de dios. Al igual que sucedía en Chaplin, la lucha del protagonista contra el mundo nunca se llega a comprender, y el inicio de la carrera política nunca es explicado, quedándose en la superficie y no permitiendo conocer los motivos que originan cada cosa en la película, nuevamente por un pobrísimo uso de la elipsis, donde el director une cosas que, si por lenguaje empleado por el director fuese, habrían ocurrido de un día para otro, hasta que la cinta acaba con un clímax sin tensión alguna, tras un discurso bien escrito pero mal ejecutado por la torpe planificación, haciéndolo pesado, y de una forma que el gran político inglés no se merecía, carente de una fuerza propia de este tipo de cine, y que deja la imagen de un niño grande y malcriado con un poco de idealista luchador en batallas que no comprendemos, entroncando con las secuencias aventureras en las colonias donde era un absoluto héroe en el sentido homérico de la palabra.