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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Comedia Paul Braconnier y su esposa Blandine se detestan hasta el punto de querer matarse el uno al otro. Cuando Braconnier oye que el abogado Maître Aubanel ha ganado más de cien casos, decide visitarlo. Quiere saber cómo puede matar a su mujer impunemente. En 2001, Jean Becker filmó el remake "Un crimen en el paraíso". (FILMAFFINITY)
2 de marzo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia negra que hoy en día levantaría agrias polémicas debido al macabro tema principal: ese matrimonio de edad madura que no se soporta, realmente se odian y se desean la muerte el uno al otro, hasta tal punto que intentan provocarla para librarse cuanto antes de su pareja.

Dirigida con un tono de apariencia ligera, elegante, nada solemne, antítesis de lo gótico, no recarga las tintas del morbo sino que dota a tal propuesta descabellada de naturalidad, como si quisiera que entendiéramos los motivos y hasta los compartiéramos. Mientras vamos conociendo a algunos personajes hace una descripción aguda y simpática de la vida social rural representada en ese pueblo en el que todos saben de todos y meten las narices en las vidas de los demás para saber más.

Pero luego cambia el tono, la película se eleva a mediados de la misma cuando el protagonista decide visitar en París a un abogado famoso por sus absoluciones en casos de asesinato flagrantes, la conversación entre ambos es delirante por lo que sabemos nosotros y desconoce el abogado, y el argumento remata la faena en toda la dinámica representación del juicio, donde Michel Simon se muestra magistral, descomunal. Ambas escenas poseen unos diálogos brillantes, llenos de humor camuflado de sencillez pueblerina, de una extraña lógica propia que curiosamente va en contra del sentido común que nos rige como sociedad. Guitry desnuda las contradicciones del sistema judicial poniendo en boca de su protagonista reflexiones atrevidas y mordaces pero de una lógica aplastante que deja a los letrados y jueces sin respuesta convincente. Se escandalizan por la frialdad y cinismo de lo expuesto, pero no pueden rebatirlo.

La sociedad y la justicia crean y alimentan monstruos de los que luego se desentienden y los que acusan, sin querer reconocer su complicidad a la hora de fomentarlos.

Lo que empezó como una comedia costumbrista ha acabado siendo una maravillosa comedia negra rebosante de cinismo y sentido crítico hacia la hipocresía de las leyes.

Magnífica la escena en la que desde el pueblo envían al encarcelado multitud de productos de la tierra, lejos de repudiarlo como asesino, le agradecen que su crimen haya fomentado el turismo y haya supuesto una inyección económica para el pueblo. Y se lo demuestran con cariño y casi admiración cuando deberían estar aterrados por haberlo tenido de vecino.

Lo dicho, lúcido humor negro en el que nos vemos retratados.
Orson_
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