Infravalorada película con estética de videos musicales de los años ochenta con música de los años setenta y ochenta y un tema tan actual e hiriente como el acoso de un erotomaniaco a una joven: la despistada y parlanchina Zoe, que huye de la soledad relacionándose con hombres que nunca la toman en serio. Mientras entre las sombras ese acosador desconocido la espía constantemente. Un día, el acosador pasa a la acción y la secuestra, en el rapto provoca el atropello mortal de un policía y la pobre Zoe es acusada y obligada a llevar un brazalete de control, siendo confinada en un almacén hasta el día del juicio. Pasa su encierro asomada a la ventana e intentando trepar a la terraza del edificio buscando rosales que no existen; solo su carcelero el agente de control del brazalete la visita ocasionalmente, y ese hombre poco agraciado se convierte en admirador secreto de la bella Zoe y ella acaba reconociendo en él al amigo que siempre quiso tener.

La actuación de Robin Tunney es excelente y convincente la transformación de joven insegura y alocada en una mujer decidida en luchar por su libertad tras dos años encerrada sin apenas contacto humano. De igual forma Tim Blake Nelson en el papel de su carcelero realiza una actuación espléndida como enamorado platónico (y en ocasiones alucinado) de la joven.
El resultado conseguido a nivel artístico y visual es más que aceptable teniendo en cuenta el bajo presupuesto con el que se realizó el film.

Es como un cuento para adolescentes, con princesa encerrada en el torreón, simpático enanito, principe rana y malvado mago erotomaniaco musical. En resumen un encanto de película, con buenas actuaciones y con una gran banda sonora, hilo conductor y soporte del argumento. Una pequeña joya sin pretensiones, especialmente recomendada para soñadores.