Seria película, muestra de ese buen cine argentino que suele pasar desapercibido pero que encierra mérito suficiente para gozar de muy alta consideración.
No vamos a descubrir ahora a C.H. Christensen pero hay que admitir que esta producción reúne los valores de un excelente guionista y de un director eminente.
La historia fluye como un torrente y el patio de butacas apenas puede contener su deseo de anticipar la escena siguiente.
La vertiente psicológica se dirime con maestría y se resuelve en una magnífica ejecución cinematográfica llena de credibilidad y capacidad de fabulación.