Entre el relato costumbrista, pinceladas de cine negro y una buena dosis de socarronería, la película que dirige C.H. Christensen atrapa al espectador, al comienzo de la proyección, por su atmósfera misteriosa y por su oscura incertidumbre.
Da la impresión de que nos hallamos ante un thriller profundo.
Los diálogos ocurrentes, la ingenuidad de las situaciones y el candor de la historia que el film adopta a mitad del metraje provocan un inesperado giro que sitúa la trama en un escenario completamente distinto pero igualmente atractivo.
Hay que destacar en general las excelentes hechuras cinematográficas y la estupenda caracterización e interpretación de P. Arias.