Imprescindible obra maestra que trata un tema tabú de la mejor de las maneras posibles, con una banda sonora de escándalo, unas interpretaciones merecedoras de todos los premios habidos y por haber, una fotografía impecable y una delicadeza absolutamente para quedarse mudo.
Un polaco exiliado que lleva viviendo en Chicago veinte años regresa a la granja familiar para averiguar por qué su cuñada ha abandonado a su hermano y se ha marchado a los Estados Unidos con sus hijos. En su Polonia natal encuentra un pueblo hostil y a un hermano que parece haber perdido la cabeza y ha conseguido reunir en su parcela más de 300 lápidas judías de la época del Holocausto que servían como pavimento de caminos e incluso decoración de cuartos de baño rurales. Las investigaciones del recién llegado le llevan a descubrir una verdad oculta, terrible, en la que su propio padre tuvo un papel protagonista.
El director de la extraña y memorable Cerdos regresa al cine años después con una película impecable, maravillosamente dirigida e interpretada, heredera del cine de Costa-Gavras y que partiendo de un hecho pequeño destapa un retazo de la vergonzosa historia europea que al parecer nadie quiso descubrir durante décadas y analiza la situación de un país que aún intenta desprenderse de las agujetas del comunismo y el sentimiento racista más oculto.
Lo mejor: Es perfecta. Es muy difícil encontrar obras así de redondas. La banda sonora de Jan Duszynski es una maravilla.
Lo peor: No tiene una sola tacha.