Una magnífica lección de historia (que lo es) y presentada ahora, con largueza, a través de la magia del cine.

Con la simple expresión de este enunciado ya podemos hacernos una idea de lo que nos ofrece esta magnífica película que llega ahora a nuestras pantallas para describirnos una memorable etapa de la historia de Inglaterra que contribuyó, en gran parte, a la construcción de un nuevo desarrollo para la vida del ser humano.

Lo que estaba envuelto en tristeza, pasión, miseria y muerte, gracias al sacrificio y entrega corporal de muchos manifestantes, se convirtió en diálogo social ante un rígido conservadurismo y en el que la voluntad del ser humano fuera tenida en cuenta.

Una vez dicho esto, es de justicia destacar la labor del guionista y director de esta producción, el veterano Mike Leigh, quien nos brinda esta nueva obra, después de más de 25 títulos en su haber, con Secretos y mentiras incluido. Entonces y ahora, en su discurso profesional, tanto teatral como cinematográfico, ha destacado siempre como analista de los problemas de la clase media británica en su faceta social y urbana.

La tragedia de Peterloo, en su análisis fílmico, reúne una cámara fidedigna (ojo a la secuencia de los telares inactivos) que recorre con largueza tanto los primeros planos, en su más veraz lenguaje, como los movimientos de masas en su fase final, donde la cámara de Dick Pope alcanza su discurso más dramático y sugestivo.

En definitiva, una emotiva y valiente obra en la que la gran pantalla hace suya, con todo esplendor, tanto la ciencia del relato como la veracidad de la historia a través de algo más de dos horas de buen cine.

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