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Voto de Capitan Ahab:
10
Comedia. Musical La República Democrática de Freedonia, un pequeño país centroeuropeo, a cuyo frente se encuentra el muy liberal señor Rufus T. Firefly, se ve amenazada por la dictadura de Sylvania, país de vieja y reconocida solvencia como agresor. Dos espías de prestigio, Chicolini y Pinky, sirven a Sylvania, lo que no impide que acaben siendo ministros del ahora ya excelentísimo Firefly. (FILMAFFINITY)
25 de junio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin respiro, sin paréntesis instrumentales, sin parejitas melosas que deban asegurar su futuro, sin nada más que un par de divertidas canciones totalmente insertas en la narración, los hermanos Marx parodian con su afilado aguijón el mundo de la diplomacia y la guerra. “Si creéis que va mal el país, veréis cómo lo voy a dejar yo”, canta Groucho en su papel de Rufus T. Firefly, el supuesto salvador de un pequeño reino en crisis y pretendiente de la millonaria que interpreta Margaret Dumont. O también: “Me cargaré a todo aquel que acepte sobornos… y no me dé mi parte”. Luego le veremos en algunas de sus escenas más inolvidables, como el consejo de ministros en que sienta su absurda ley a golpe de martillo, la conversación en la que ofrece a Chico el ministerio de la guerra o sus enfrentamientos con el embajador del país rival. Harpo y Chico son un par de espías, a favor y al mismo tiempo en contra de todos los bandos posibles, que sacan de quicio al más paciente y que cuando se les da una foto para que no pierdan de vista a alguien, hacen el trabajo más rápido posible: en menos de una hora pierden la foto. Harpo persigue chicas con su primitivo sentido del cortejo y hace todas esas cosas que ponen nerviosos a los espectadores con un fuerte sentido del orden: corta colas de chaqué, cigarros y todo lo que sobresalga de cualquier sitio. El momento que arrancan las mayores carcajadas es la secuencia del espejo, es decir, aquel gag (si bien ya adelantado por Max Linder en su corto Siete años de mala suerte) en que Harpo, disfrazado de Groucho, trata de hacer creer a éste que no es más que su reflejo en un espejo. Como apoteosis, y sin disimular el origen teatral del guion, los Marx nos llevan a la guerra más cómica que pueda existir, donde uno se protege de los obuses que entran por la ventana simplemente bajando la persiana. Las películas que en los años siguientes hicieron para la Metro, como Una noche en la ópera y Un día en las carreras, tuvieron mucho más éxito, presumiblemente gracias a la imposición patronal de que se incluyera una historia de amor entre los gags. Pero, para quienes aprecian el humor-dardo de esta cuadrilla, esta es tan buena o mejor que aquéllas.
Capitan Ahab
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