Nicolas Cage es de esas personas que sin pretenderlo tiene constantemente cara de capullo. Da igual que Nicolas estuviese metiéndote un machete hasta las mismas entrañas. Aun mientras hundiera el afilado cuchillo en tu corazón lo mirarías en tus últimos segundos de vida apiadándote de su jeta victimista.
Por eso es el actor ideal para este tipo de películas en donde el protagonista de bonachón que te lo pintan hasta le pillas odio (Michael Landon en La casa de la pradera es otro gran exponente). Pero los productores parece que no confían demasiado en el exagerado arqueamiento de cejas del Cage; a su lado nos coloca una esposa muy egoísta y mala persona para realzar más si cabe el comportamiento ejemplar de nuestro prota. Ya saben; cuanto más mala se vea ella más bueno se verá él.

Luego tenemos a la chica tierna; una camarera. No se porqué cuando el cine norteamericano quiere hacernos entender que una chica es buena persona nos la pone de camarera. Pero lo suele hacer. Para los chicos no. Ellos siempre son policías. Así que tenemos un país lleno de policías y camareras. No hay más empleos. Pero no es para preocuparse; la nación puede seguir con su rumbo, porque ellos son muy manitas. En sus ratos libres te hacen de mecánicos, de carpinteros, de fontaneros y cualquier otra profesión que se os pueda pasar por la cabeza. Todo eso lo hacen en su cobertizo mientras la enamorada esposa lo observa en camisón echada sobre el quicio.

Aunque como dije, en este caso la esposa es mala persona. Y es mala porque Nicolas tiene que tener una excusa muy válida ante nosotros para no parecer un cabrón por intimar con la bonita camarera estando casado. Así funciona Hollywood.

Empacho caritativo es lo que se encontrarán es esta mediocre cinta romántica. Y si tras verla, quieren volver al mundo real, pónganse el documental "Bowling for Columbine".