En Dante's Peak las cosas están a punto de ponerse bastante fea. Pero los lugareños no tendrán que preocuparse por absolutamente nada. Dos pesos pesados mundiales estarán ahí para lidiar con la situación; James Bond y Sarah Connor.
El primero, aunque sin la licencia para matar que tantos cables echa, encarnará a un vulcanólogo. Pero ojo, no uno cualquiera. Sino uno de los más prestigiosos a nivel global. Sus acompañantes sin son más normalitos. Él no. Él va perfectamente afeitado y repeinado, aparte de manejar los aparatitos electrónicos de vulcanología con la punta de cipote.
La segunda, se nos presenta como la alcaldesa de todo el tinglado. Al igual que su compañero de reparto, no es una alcaldesa cualquiera. A esta ni la llaman sinvergüenza, ni jamás se le pasaría por la cabeza meter sus zarpas en las arcas del municipio. Ella más bien es de ese tipo de alcaldesas que hacen ricos pasteles de manzana, recogen premios por su gran labor social, y de las que guarda una estrecha amistad hasta con el miserable tendero gordo y feo del condado.

Sólo faltaba un par de detalles para que todo encajase a la perfección; a la esposa de Bond le arrebató la vida en el pasado un malvado volcán. El marido de Connor resultó ser una persona "no aconsejable". Así que los dos vagan solitos por el mundo. Pero es necesario que las cosas sean así. Queda muy feo el adulterio en buenas personas; y estas, lo son.


Sería injusto dejar la crítica aquí en este punto. Porque la película merece que se hable mejor de ella. Y lo merece (por lo que a mi respecta) porque disfruté enormemente con ella. Entretenida cien por cien. Y en los momentos en el que el volcán dice "aquí estoy yo" nos da precisamente lo que todos esperan cuando se sientan a verla. La destrucción de un agradable pueblo.
Cojan el tabaco, una mudita de ropa limpia, la foto del abuelo y salgan por patas... que ya está rugiendo Dante's Peak.

La recomiendo sin miedo a equivocarme.