De la ligereza típica/tópica a ese tono raro, semi alucinado y más acorde con el estupor que con la psicopatía. Lucky es un eterno vaivén entre esos dos estados: no da gracia, definitivamente no es graciosa y cuando quiere ponerse turbia le sale "fumada". Cates Jr. eligió mal la mezcla, más precisamente porque cada tono por separado no consigue sostenerse.

Hanks es un bonachón, su rostro lo delata. Si intenta pasar a ser un asesino en serie termina por construir el retrato de un tío confundido, y ahí estamos jodidos. Graynor, con su expresión eterna de mujer/capullo no da la talla, o sí, puesto que sus gestos desencajados son lo único acorde a la extraña mutación que sufre Lucky cuando quiere cambiar de registro.

La peli es dulzona en sus momentos cómicos, casi etérea. Su humor es tan inocente que aburre. Y no logra jamás salir de esa inocencia, hasta las muertes suenan transparentes, libre de toda culpa y culpable. Hay dinero en el fondo, ambición y codicia; hay ensañamiento y enfermedad. Por lo menos eso queda reflejado en la idea de fondo, porque en los papeles todo se deshace o, lo que es peor, nunca termina de hacerse.

El cambio de tono, de comedia a thriller, nos permite verla, pasarla, digamos. Pero eso, al no estar ni siquiera conseguido, no la salva del silbido final. Un fiasco que derrocha bondad con tinta/sangre. Un bebé con cicatrices.