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España España · barcelona
Voto de avanti:
7
Drama Narra la historia de Margaret y Walter Keane. En los años 50 y 60 del siglo pasado, tuvieron un éxito enorme los cuadros que representaban niños de grandes ojos. La autora era Margaret, pero los firmaba Walter, su marido, porque, al parecer, él era muy hábil para el marketing. (FILMAFFINITY)
16 de agosto de 2019
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Big Eyes es una película de Tim Burton del año 2014 quien, además de escritor y productor, posee la cualidad del dibujante, condición que le hace más creíble su posición respecto a la artista Margaret Keane y su obra por la que siente gran admiración, hecho que facilita la implicación en la historia de nuestra protagonista. Un vistazo a su filmografía nos revela las grandes dotes creativas cercanas a las cuatro décadas (hasta el momento) de un cineasta único tocando temas, entre otros, sobre lo fantástico como Beetlejuice (1988), lo extraterrestre como Mars Attacks! o el drama fantástico como Big Fish. En la película que nos ocupa, dotada en esta ocasión de un realismo absoluto, trata su desgarradora y emotiva historia de forma directa en la que Burton nos cuenta la evolución y los acontecimientos que le llevaron a contar los conmovedores acontecimientos en la vida de Margaret Keane.

El cine sobre arte y artistas está generalmente direccionado hacia grandes nombres con dramas personales relacionados con sus obras. Big Eyes no es una excepción, pero sí lo es el tema: Burton toca el tema de la suplantación de personalidad, de la apropiación de la idea, de la servidumbre amenazada y de la coacción por medio del interés comercial donde la creadora cede y el usurpador hace de las suyas sin el menor escrúpulo.

Margaret Keane (Amy Adams) posee la cualidad natural de quien tiene la virtud de aportar nueva visión en el arte por medio de su obra pictórica. Walter Keane (Christoph Waltz) posee (a su manera), la cualidad del aprovechado absorbiendo las ideas creativas ajenas, por encima incluso de la felicidad conyugal.

El desarrollo de los acontecimientos plantea generosamente el problema de la suplantación y de usurpación si con todo eso se consigue el triunfo y el reconocimiento por medio del engaño impuesto facilitado por la timidez y la discreción de Margaret dándose así el perfil perfecto para generar un negocio imparable.

El realizador dirige la narración hacia una evolución de los acontecimientos irrefutablemente sólidos, pero sin destaparla (aunque sí insinuándola) sobre la anormalidad de una suplantación inaguantable, insostenible, injustificable desde cualquier punto de vista: frente a la timidez, la discreción y la mirada de Amy en una época donde la mujer tenía dificultades con sus propias iniciativas profesionales.

El personaje que tan excelentemente interpreta Christoph Waltz nos transporta hasta los límites de lo insoportablemente permisible, remedio que a no mucho tardar pondrá sobre la mesa su verdadera identidad: aflorando la falsedad y el engaño, frente a la autenticidad de la artista silenciada. Una narración pues, bellamente rodada sin otra intención que la de mostrar la historia de una persona y su obra admirada precisamente por el otro gran creador, Tim Burton.
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