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Voto de Strhoeimniano:
10
Comedia Guerra Civil Española (1936-1939). En el frente, un grupo de soldados se limita a escribir cartas o a dormitar. Pero la tranquilidad se rompe cuando un altavoz de la Zona Nacional anuncia que, con motivo de la Virgen de Agosto, se va a celebrar en un pueblo cercano una corrida. Cinco combatientes de la Zona Republicana deciden robar la vaquilla para arruinarle la fiesta al enemigo y conseguir la comida que necesitan. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2005
74 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Tiene la Guerra Civil Española material suficiente para una comedia? Si quien está detrás de las cámaras es el tándem Berlanga & Azcona, la respuesta es un rotundo SÍ. Aunque filmada en los años ochenta, este proyecto estaba en la cabeza de sus creadores mucho antes; sólo que dar una versión de la contienda alejada del espíritu triunfalista y redentor era una misión del todo imposible. Un ejercicio tan libérrimo como el aquí nos presentan, en la que quizá sea su última mejor obra, precisa de esa sobredosis de aire que da la libertad de expresión.
La guerra de Berlanga no es un ejercicio dramático; pero sí trágico, profundamente trágico. Su esperpéntica visión nos acerca a un realismo más cotidiano que naturalista. El esbozo magistral de la infinidad de personajes, marca de la casa de ambos autores, nos muestra el papel del azar que existe en todas las contiendas a la hora de arrollar la vida de las gentes (magistral la secuencia en la que G. Montesinos da una vuelta enorme para ver cómo están sus tierras y arremete contra su ejército por bombardearlas). Así, este hermanos contra hermanos que tiene toda guerra civil, no es producto de una convicción ideológica (los ideólogos son los que ordenan, pero no los que mueren), sino de estar en lugar inadecuado a la hora errada. El lugar: el frente de Aragón, que no se mueve desde hace meses; la hora: las fiestas del pueblo en el bando nacional. La unión de este espacio y tiempo servirá para seguir las peripecias de cinco soldados republicanos en territorio enemigo obstinados en boicotear las fiestas secuestrando a la vaquilla.
Este desastre de tropa está encabezada por un genial Alfredo Landa, pero bien escoltado por José Sacristán como el Teniente Broseta, más ágil con la navaja (es barbero) que para dar órdenes que se cumplan; Santiago Ramos (impagable ese “Limeño” que compone, con más “cornás” de cobardía que arrojo en su toreo), Guillermo Montesinos, que interpreta a Mariano, un natural del pueblo que terminará más cornudo que la vaquilla a la que pretende secuestrar, y Carlos Velat, como cura. Como no podía ser menos en el cine de Berlanga, el reparto está espectacular. Son viejos conocidos suyos, pero que bajo su batuta están espléndidos: Mª Luisa Ponte, Antonio Gamero, Agustín González, Luis Ciges y un largo etcétera para esta película coral en la que las risas se dan sobre un telón de fondo que amarga esta comedia. Punto y aparte merece Violeta Cela. Es la “jamona” de la película; pero hace una interpretación tan espectacular que nos habla de lo desaprovechada que está esta gran actriz, aquí componiendo una mujer dejada llevar por la historia que le toca mamar, pero con esa energía que cuando sale pone los puntos sobre las íes.
El final, de los más inspirados que se pueden ver en una pantalla, una de esas imágenes en la que es cierto ese dicho de que lo que ves, vale más que mil palabras. Por eso hay que ver “La Vaquilla”, es Berlanga, es buen cine.
Strhoeimniano
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