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Voto de Strhoeimniano:
10
Drama Nueva York, 1863. La ciudad está dominada por la corrupción política, y la guerra entre bandas provoca muertos y disturbios. En este contexto, el joven inmigrante irlandés Amsterdam Vallon (Leonardo DiCaprio) quiere vengarse de William Cutting, "Bill el carnicero" (Daniel Day-Lewis), el hombre que mató a su padre (Liam Neeson). (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2005
15 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Falta aún por saber cómo será la versión pensada por Scorsese, sin esas mutilaciones que hieren de muerte a la historia de amor entre DiCaprio y Cameron Diaz; mientras tanto “Bandas de N.Y” emerge como una obra magistral, que seguramente irá a más, del mejor director norteamericano vivo.
Su amada N.Y., tan presente en toda su filmografía, es ahora la protagonista absoluta de la película. Scorsese bucea en los orígenes, en esa noche de los tiempos, para mostrarnos de dónde salió toda esa galería de personajes que ilustra otras películas suyas. Así, “Bandas de N.Y” es, sobre todo, una película histórica, que se sumerge no en los grandes protagonistas, sino en aquellos que hacen la “intrahistoria” unamuniana. La preocupación de Scorsese por mostrarnos que todo lo que ocurre en la pantalla es fruto de la investigación llega aquí al extremo. Cada hecho, cada anécdota, tiene su reflejo en las páginas amarillentas de los diarios que circulaban en esa época.
De todo este universo, Scorsese pone su mirada en “Five Points”, una matriz de la que germinará ese N.Y.; y de este crisol, tres protagonistas, escoltados por una galería de secundarios inolvidables, que atan su vida a un destino violento, única respuesta válida en aquel infierno. DiCaprio es la venganza, un sentimiento de furia que no lo abandona en ningún momento de su maravillosa interpretación; Cameron, es la flor rota, la superviviente nata, una buscona que ha enterrado su corazón en lo más profundo; y en la cima de todo: Daniel Day-Lewis. Su interpretación es sobrecogedora, a su lado, todo empequeñece, literalmente hace una carnicería por donde pasa de lo espléndido que está interpretando a la crueldad absoluta en la que se mueve “Bill el Carnicero”. Es la crueldad absoluta. No hay ni un solo rasgo positivo en su personaje, guiado todo él por el miedo (maravilloso el diálogo que explica como el miedo, “un espectáculo de actos temibles”, es el orden de las cosas).
Punto y aparte, merece el diseño de producción. Los decorados de Dante Ferreti están construidos a tamaño natural, con ese amor por el detalle que preside toda la película y que la alejan de la ilusión digital a la que acuden otras producciones para darle una verosimilitud única.
El plano final, sencillamente inigualable: Una N.Y. crepuscular, aún con las dos torres; pero que seguira en pie, porque esta ciudad se construye en las calles.
Strhoeimniano
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