Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Strhoeimniano:
10
Drama Rusty James (Matt Dillon) es un joven que sueña con volver a los tiempos de las pandillas juveniles para emular a su hermano mayor (Mickey Rourke), que en su día fue líder de una de ellas y que arrastra una reputación de rebelde e intocable como "el chico de la moto". Pero ahora su hermano ya no está, pues hace dos meses que se marchó, y a Rusty le han citado para una pelea. (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2005
93 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre “Corazonada” y “Cotton Club”, Coppola filmó dos narraciones de la escritora norteamericana S.E. Hinton desde una modestia presupuestaria que no volvió a repetir a lo largo de su carrera. Mientras que en “Rebeldes” su mirada era desde el clasicismo, recreando esos años 50 que están en nuestra retina gracias a películas como “Rebelde sin causa”, de la que parece hermana (aparte de su sentido homenaje a “Lo que el viento se llevó”), en esta Coppola ajusta su mirada para hacer una recreación absolutamente personal y poética, desde un vanguardismo que anuncia el posterior cine digital.
“La ley de la calle” ilustra un mundo lleno de violencia y en descomposición, donde los viejos tiempos de las bandas han dado paso a un Camelot desarticulado aún sin rey pero regido por las mismas leyes de supervivencia.
Pero el rey vuelve de sus cruzadas. “El chico de la moto”, M. Rouke, aparece; no para reinar, pues como bien dice D. Hopper, “nació en la era equivocada y sobre el lado incorrecto del río”, sino para presentar un nuevo Camelot a su hermano, M. Dillon, que a toda costa quiere emular el reinado de su hermano, volver a esos tiempos donde había un referente, un compañerismo que ya es imposible por los nuevos tiempos donde las drogas terminaran con esa camaradería.
La película es un viaje, un viaje trágico entre los hermanos, donde si bien Dillon no tomará la corona, si terminará viendo ese mar que el hermano no vio, en un plano sorprendente que en vez de representar ese horizonte abierto con el que siempre se asocia el mar, presentará esa meta, como un final en el que ya no existe posibilidad de ir más allá.
Las actuaciones son soberbias. Rouke y Dillon establecen una química única que se da desde los extremos; mientras que Rouke es la contención (toda su actuación es comedida, en un tono bajo, casi hipnótico), Dillón realiza la suya desde la energía. A su lado, D. Lane, un jovencísimo y casi irreconocible, N.Cage.
El genio de Coppola se manifiesta en todos los planos y da muestras de esa manera personal que marca a los maestros en este arte. Una secuencia maravillosa, donde rompe los moldes del espacio cinematográfico, es el “viaje astral” que realiza Dillon, todo esto acompañado de una banda sonora magnífica, de Stewart Copeland, que da a las imágenes su aire hipnótico, casi de ensueño. La espléndida fotografía de Stephen H. Burum, que también firma la de “Rebeldes”, es en b/n (antes de “Sin City”, ya Coppola había jugado con mostrar el color en sólo unos elementos del plano), pues Coppola nos quiere acercar a cómo ve el mundo “El chico de la motocicleta”, en ese gris permanente que tiene por su daltonismo.
“La ley de la calle” es una obra mayor, una de las mejores películas de su autor y, quizá, del s. XX.
Strhoeimniano
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow