Esta película tiene varios niveles de realización que la hacen muy interesante. Primero se elabora un guión sobre lo que la gente recuerda de lo ocurrido, antes, supuestamente durante el asesinato y después, especialmente el juicio. Después se elige a un grupo de actores para que ocupen el puesto de los que vivieron de una manera u otra la tragedia y los hacen actuar como entrevistados. El tercer nivel, y muy importante para mi, es el de buscar las respuestas más humanas, algunas en contra de los homosexuales, y llegar a formar un alegato en contra de la homofobia. Hay otro nivel no menos importante, y es el de los sentimientos de aquellos que convivieron con el homosexual asesinado, alcanzándose el climax en la declaración que hace el padre de Matthew. Al principio no engancha la continua verborrea que van soltando los protagonistas de este falso documental, pero poco a poco esas opiniones y esos sentimientos se van localizando en los lugares de los hechos, hasta llegar a encontrarse con las relaciones personales de los personajes con los demás componentes de la comunidad de Laramie. La película llega a tocar la sensibilidad del espectador y seguramente produce el efecto deseado por su realizador y el grupo que lleva a cabo esta obra: “vive y deja vivir”.