Lo que empieza, y se mantiene hasta casi la mitad, como una comedia de mariquitas locas, da un giro en el momento adecuado para entrar en el drama. Esa mezcla de comedia loca, loca, de personajes que lo único que saben es manifestar su ironía y su mordacidad, va poco a poco descubriéndonos seres humanos que viven y sienten, no como los demás, sino mucho más. El SIDA va sobrevolando sobre el desarrollo de la película y los personajes, inteligentes todos ellos, lo ven como una circunstancia que no puede paralizar sus vidas y sobre todo sus anhelos. Y esos personajes , uno por uno, están interpretados por magníficos actores que, como mínimo, entienden los sentimientos de cada personaje y me atrevería a decir que los comparten, pues son, sobre todo, sentimientos humanos. Me parece que esta película será aquella que todo homófono rechace y la que haga llorar a todo homosexual. Lo que no puedo entender es el sobretítulo que se le ha dado en español, y yo mismo quiero remarcarlo con el título de esta opinión, cuando las tres palabras del título original son la definición de ese mundo.