Gente rara, cinta rara.
El planteamiento es de lo más convencional, el forastero que se instala en un territorio que controla el cacique de turno que no parará hasta conseguir echarlo, "Si dejas asentarse a un intruso otros vendrán luego".
Sin embargo el desarrollo es extraño, muy poco convencional. Un cacique, John Rutherford (Shannon), que envía a su hijo Roy (Hudson) a estudiar a Inglaterra de donde viene con un amigo ingles dibujante, que tiene un secretario que le lleva la contabilidad, Avery (Duryea), y un capataz manco, Hook (Wynn), que luce un gancho de pirata.
Estamos en 1875 en lo más árido de la árida Arizona. Y allí llega para establecerse Corey Everett (Richards), consciente que "Todas las leyes se imponen con un arma".
El guion es malo y la realización mediocre. Ni siquiera se toman la molestia de guardar un poco las formas con el argumento que no tiene pies ni cabeza, como ese empecinamiento de Avery con los quince habitantes del rancho de Corey.
Pero hay algo en la película que la hace atractiva, que mantiene nuestra atención. Tal vez sea su originalidad para tratarse de un western, las escenas del dibujante, la defensa del rancho con una especie de ballesta lanzagranadas o el sincero arrepentimiento del viejo cacique.
Bien Duryea en un papel que mezcla maldad con imbecilidad.
Western flojo. Para aficionados empedernidos. Abstenerse el resto.