Uno de los elementos comunes que se repiten en muchos westerns del inicio del cine sonoro es el enorme respeto que tienen hacia lo mexicano. Estos serán buenos o serán malos (raro), pero no son sucios, borrachos, vagos o maleantes como se hartarán de presentarlos las cintas del Oeste a partir de los años 60.
Tampoco desdeñan ofrecer estas viejas películas bellas muestras de su folclore, como ese "Cielito lindo" que escuchamos aquí, en realidad una suerte de himno oficioso de México que compuso el maestro Quirino Mendoza, inspirado sin duda en algunas seguidillas españolas.
Como en otras cintas de la época, en lugar de ser violentos bandidos los mejicanos aquí son víctimas de la ambición de sus vecinos del Norte. Como ese avaro recaudador de impuestos, Sanderson, que se dedica a "arrebatar los ranchos de los propietarios hispanos". Pero le va a salir una dura oposición, Judith Álvarez (Hayworth), una mejicana guapa y decidida a todo. De nuevo una mujer (de apellido bien español) que se enfrenta con arrojo a caciques, sheriffs corruptos y hasta a los mismos Rangers de Texas si se descuidan. Para que luego se hable de machismo en el western clásico. Ahí queda como ejemplo esta frase de Judith: "Hemos aprendido por experiencia que la única ley que hay aquí es para los que tienen dinero".
Tema manido pero abordado de forma original, con interesantes interpretaciones jalonadas con bailes y cantos tradicionales de México. Y acción mucha acción.
Una lástima la poca atención que ha merecido esta obra. Por eso, aunque solo sea por ver a una mujer encabezando la lucha contra la injusticia, vale la pena darle un vistazo. Por la música también, canta y no llores que cantando se alegran, Cielito Lindo, los corazones.