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Voto de McCunninghum:
6
5.1
68
Documental
El título, Genpin, está superpuesto sobre las palabras del filosofo chino Lao Tzu “El espíritu del valle nunca muere / Se llama la mujer misteriosa (genpin).” En la película, el tocólogo Tadashi Yoshimura reflexiona sobre la relación entre el alumbramiento y la muerte, y observa, más como ser humano que como médico, que negar la muerte es negar la vida. La vida nacida a este mundo, la vida que termina en el momento del nacimiento, la ... [+]
30 de septiembre de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las enrarecidas políticas de distribución y exhibición de este obscuro país han logrado estrenar, hasta la fecha, sólo una de las películas de la directora nipona Naomi Kawase. El bosque del luto (07) es el único título de toda la filmografía de Kawase que ha llegado a las salas españolas, allende el visionado en distintos festivales o en la cuasi ilegalidad. Esta situación se puede leer como síntoma del abandono estatal del cine más fecundo producido en todo el orbe y también como diáfana expresión de las nuevas formas de consumición del cine, fuera de la sala obscura. El caso de la directora japonesa es si cabe más doloroso y flagrante en tanto en cuanto encontramos en su figura uno de los puntales del último cine asiático, junto con, p.e., los chinos Jia Zhang-ke y Wang Bing, o los filipinos Raya Martin y Lav Díaz, todos ellos apenas estrenados o vistos en España.
Ni sus otras ficciones (casos de Moe no suzaku (97), la enorme Shara (03) o la postrera Nanayo (08)), ni, sobre todo, su importantísima obra documental realizada previamente a su reconocimiento mundial, han trascendido los límites de los festivales o la cinefilia más concienzuda. Es, y será, el caso del film-documental que nos ocupa, Genpin, estrenado en la Sección Oficial del 58 Festival de Cine de San Sebastián.
Genpin representa la vuelta de Kawase a sus orígenes documentales, si bien con diferencias importantes respecto de obras performativas, de cine doméstico y etnografías del sí mismo, como Embracing (92), Katatsumori (94) o Cielo, viento, fuego, agua, tierra (01). En este film Kawase propone una forma documental más estandarizada que las anteriores, compuesta por secuencias observacionales y multitud de entrevistas realizadas a cámara. Se abandona a sí misma como tema (algo que se repite en todos los documentales citados) y elige la clínica tocológica del doctor Yoshimura, donde se realizan partos naturales desde hace cuatro décadas, sin medicinas, sin cirugía y sin pánicos modernos, mezclando la obstetricia con el taoísmo. Se abre el sempiterno debate de la dialéctica entre lo viejo y lo nuevo, que atraviesa la historia del cine oriental, de Yasujiro Ozu a Zhang-ke, pasando por Hou Hsiao-hsien o Tsai Ming.liang. En este sui generis documental de instituciones a lo Frederick Wiseman lo que encontramos son un grupo de mujeres embarazadas que viven la experiencia de dar a luz de forma natural, con casi la única condición de no estarse quietas. Confesándose frente a la cámara, que guarda ahora sí la distancia adecuada (algo que no hacía Kawase consigo misma o cuando filmaba a su abuela), las mujeres expondrán sus miedos, sus esperanzas, sus pensamientos: en fin, su intimidad. Respondiendo a esa intimidad a la que se accede, Kawase rueda con medios propios de los espacios mínimos: en 16 mm, sin usar jamás un trípode, dejando que la realidad se despliegue sin planificación, sin molestar.
(continúa en spoiler)
Ni sus otras ficciones (casos de Moe no suzaku (97), la enorme Shara (03) o la postrera Nanayo (08)), ni, sobre todo, su importantísima obra documental realizada previamente a su reconocimiento mundial, han trascendido los límites de los festivales o la cinefilia más concienzuda. Es, y será, el caso del film-documental que nos ocupa, Genpin, estrenado en la Sección Oficial del 58 Festival de Cine de San Sebastián.
Genpin representa la vuelta de Kawase a sus orígenes documentales, si bien con diferencias importantes respecto de obras performativas, de cine doméstico y etnografías del sí mismo, como Embracing (92), Katatsumori (94) o Cielo, viento, fuego, agua, tierra (01). En este film Kawase propone una forma documental más estandarizada que las anteriores, compuesta por secuencias observacionales y multitud de entrevistas realizadas a cámara. Se abandona a sí misma como tema (algo que se repite en todos los documentales citados) y elige la clínica tocológica del doctor Yoshimura, donde se realizan partos naturales desde hace cuatro décadas, sin medicinas, sin cirugía y sin pánicos modernos, mezclando la obstetricia con el taoísmo. Se abre el sempiterno debate de la dialéctica entre lo viejo y lo nuevo, que atraviesa la historia del cine oriental, de Yasujiro Ozu a Zhang-ke, pasando por Hou Hsiao-hsien o Tsai Ming.liang. En este sui generis documental de instituciones a lo Frederick Wiseman lo que encontramos son un grupo de mujeres embarazadas que viven la experiencia de dar a luz de forma natural, con casi la única condición de no estarse quietas. Confesándose frente a la cámara, que guarda ahora sí la distancia adecuada (algo que no hacía Kawase consigo misma o cuando filmaba a su abuela), las mujeres expondrán sus miedos, sus esperanzas, sus pensamientos: en fin, su intimidad. Respondiendo a esa intimidad a la que se accede, Kawase rueda con medios propios de los espacios mínimos: en 16 mm, sin usar jamás un trípode, dejando que la realidad se despliegue sin planificación, sin molestar.
(continúa en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Genpin, pese a lo que pudiera parecer, es un film sobre mujeres y no para mujeres. (Aunque es interesante hacer notar, como que no quiere la cosa y entre paréntesis, acerca de ese gusto que en los festivales tiene la gente por salirse de la sala, las largas colas de hombretones que se agolpaban para salir, raudos y casi asustados, a los pocos minutos de comenzar la película, al ver tanto bebé en brazos, tanta mujer preñada.) La película está transida por un feminismo no melancólico, habitada por mujeres que lo son en ausencia de los hombres (que, como se salen de las salas así salen de sus vidas), como le sucediera a la huérfana Kawase o a la Carla Subirana autora del documental Nedar/Nadar (08), otra gran loa a la fuerza y resiliencia de las mujeres.
En la sombra, en lo obscuro, permanecen los hombres, quién sabe si como una amenaza o sólo una inexistencia inane. Ignorantes no sólo del espacio femenino, que esta película nos muestra muy de cerca, en el que la mujer da a luz, sino también, quizá, de que el cine no es otra cosa sino eso mismo: dar a luz. Pero, claro, no seamos binarios: no todos los hombres son oscuros. Para demostrarlo están Stan Brakhage, Katzuo Hara, Alain Berliner, Artavad Pelechian, todos ellos hombres que, al igual que Kawase, se acercaron a la luz para filmarla, y hacer visible lo invisible. Pues, como decía Fellini, “el cine se escribe con la luz”.
En la sombra, en lo obscuro, permanecen los hombres, quién sabe si como una amenaza o sólo una inexistencia inane. Ignorantes no sólo del espacio femenino, que esta película nos muestra muy de cerca, en el que la mujer da a luz, sino también, quizá, de que el cine no es otra cosa sino eso mismo: dar a luz. Pero, claro, no seamos binarios: no todos los hombres son oscuros. Para demostrarlo están Stan Brakhage, Katzuo Hara, Alain Berliner, Artavad Pelechian, todos ellos hombres que, al igual que Kawase, se acercaron a la luz para filmarla, y hacer visible lo invisible. Pues, como decía Fellini, “el cine se escribe con la luz”.