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Voto de davilochi:
7
5.8
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Animación. Drama
Constantinopla, 1910. Las calles de la ciudad están invadidas de perros callejeros. El gobierno, en el poder desde hace poco tiempo, influenciado por un modelo de sociedad occidental, pide ayuda a expertos europeos para elegir un método de erradicación y opta por uno: la deportación masiva de los perros hacia una isla desierta, cercana a la ciudad. (FILMAFFINITY)
23 de octubre de 2010
42 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
He dudado bastante antes de llevar a cabo una crítica de este curioso cortometraje de animación que para mí está claramente infravalorado por los usuarios de FilmAffinity (de lo que deduzco que no se ha comprendido la verdadera magnitud y profundidad de la propuesta), situación que espero que los que se decidan a ver la película más adelante consigan revertir. La propuesta es muy interesante tanto en la presentación visual como en lo referido a la historia propiamente dicha y el hecho de que se centrara en un episodio como éste es seguro que no es casual. De hecho es más fácil de comprender si tenemos en cuenta la origen de Serge Avedikian, el director. Esto deja todo mucho más claro y nos permite tomar conciencia de la verdadera intención del autor.
El episodio acontece en 1910, dos años antes habían ascendido al poder tras derrocar al sultán Abdul Hamid II los Jóvenes Turcos, nombre coloquial con el que se conoce a la agrupación progresista y nacionalista que tomó dicha iniciativa. Tamal, Enver y Cemal Pasa fueron los máximos representates de este grupo de jóvenes universitarios y militares y, al mismo tiempo, los encargados de establecer el triunvirato que gobernaría Turquía hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Claramente influenciados por las visiones occidentales, de hecho, algunos como Enver habían estudiado en Alemania, de donde se llevaron todo un bagaje de enseñanzas que más tarde serían aplicadas para resolver los "problemas" del Imperio Otomano. Uno de los problemas fue el de los perros, como podemos ver en el film, donde se optó por la solución más extrema: el destierro a una isla donde las condiciones de vida llevarían a la muerte a todos y cada uno de los animales. Este tipo de solución higienística nacería en la propia Alemania, donde se había optado por una solución similar con los hereros y los namas allá en las colonias del África sudoccidental, enviados a morir como perros al desierto de Namibia (unos 65.000, una cifra nada desdeñable). Pues bien, Constantinopla no fue el único lugar lleno de perros en el Imperio Otomano, las autoridades turcas encontraron en 1915 el momento para deshacerse de los "indeseables" armenios, ese problema enquistado en la espalda de la península Anatólica que siempre había quedado pendiente. Las condiciones se juzgaron óptimas (se acusó a los armenios de colaboracionismo con los rusos, estamos en plena Gran Guerra) y se mandó a toda la población armenia a un destino fatal en el Desierto Sirio.
El episodio acontece en 1910, dos años antes habían ascendido al poder tras derrocar al sultán Abdul Hamid II los Jóvenes Turcos, nombre coloquial con el que se conoce a la agrupación progresista y nacionalista que tomó dicha iniciativa. Tamal, Enver y Cemal Pasa fueron los máximos representates de este grupo de jóvenes universitarios y militares y, al mismo tiempo, los encargados de establecer el triunvirato que gobernaría Turquía hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Claramente influenciados por las visiones occidentales, de hecho, algunos como Enver habían estudiado en Alemania, de donde se llevaron todo un bagaje de enseñanzas que más tarde serían aplicadas para resolver los "problemas" del Imperio Otomano. Uno de los problemas fue el de los perros, como podemos ver en el film, donde se optó por la solución más extrema: el destierro a una isla donde las condiciones de vida llevarían a la muerte a todos y cada uno de los animales. Este tipo de solución higienística nacería en la propia Alemania, donde se había optado por una solución similar con los hereros y los namas allá en las colonias del África sudoccidental, enviados a morir como perros al desierto de Namibia (unos 65.000, una cifra nada desdeñable). Pues bien, Constantinopla no fue el único lugar lleno de perros en el Imperio Otomano, las autoridades turcas encontraron en 1915 el momento para deshacerse de los "indeseables" armenios, ese problema enquistado en la espalda de la península Anatólica que siempre había quedado pendiente. Las condiciones se juzgaron óptimas (se acusó a los armenios de colaboracionismo con los rusos, estamos en plena Gran Guerra) y se mandó a toda la población armenia a un destino fatal en el Desierto Sirio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Muchos de ellos ni tan siquiera llegarían, al menos los perros tuvieron la fortuna de viajar en barco a su destino final, pero a los armenios no se les concedió ni eso: largas marchas de la muerte partieron de las estribaciones del sur del Caúcaso y las regiones del lago Van hacia el sur, durante cientos de kilómetros en los que sufrieron apaleamientos, asesinatos, violaciones masivas y robos por parte de las poblaciones autóctonas (incluidos muy especialmente los kurdos, que probablemente no sabían por entonces lo que les tenía preparado el siglo XX).
Mientras los perros tratan de huir desesperadamente de su fatal destino echándose al mar vemos como un grupo de turistas occidentales se adentra en aguas del Bósforo y se escandaliza a causa del olor y los alaridos de los perros muertos o moribundos que no comprenden por qué están allí. Sin embargo el genocidio transcurrió en mitad de la más absoluta impunidad mientras una serie de voces aisladas se alzaban para dar cuenta de lo que estaba ocurriendo.
El gobierno turco sigue negando que trataron a los armenios como perros al eliminar a los dos millones de ellos que vivían en Turquía a principios de siglo, matando a un millón doscientos mil y deportando al resto. Y esta es la particular y sutil denuncia de Serge Avedikian, cuyos padres fueron víctimas del propio genocidio.
Mientras los perros tratan de huir desesperadamente de su fatal destino echándose al mar vemos como un grupo de turistas occidentales se adentra en aguas del Bósforo y se escandaliza a causa del olor y los alaridos de los perros muertos o moribundos que no comprenden por qué están allí. Sin embargo el genocidio transcurrió en mitad de la más absoluta impunidad mientras una serie de voces aisladas se alzaban para dar cuenta de lo que estaba ocurriendo.
El gobierno turco sigue negando que trataron a los armenios como perros al eliminar a los dos millones de ellos que vivían en Turquía a principios de siglo, matando a un millón doscientos mil y deportando al resto. Y esta es la particular y sutil denuncia de Serge Avedikian, cuyos padres fueron víctimas del propio genocidio.