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España España · Zaragoza
Voto de cassavetes:
9
Comedia Son los años 40, la era dorada de la radio, y los peculiares miembros de una familia trabajadora de Nueva York viven con el receptor permanentemente encendido. La música, los seriales lacrimógenos, las historias de superhéroes, los concursos, las crónicas de la alta sociedad y las leyendas sobre estrellas deportivas les sirven para ser un poco menos infelices y engarzan un anecdotario nostálgico de una época irrepetible. (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2006
54 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por mucho que a veces intente negarlo, todas las películas de Allen esconden un bastante de perfil autobiográfico. Unas más, otras menos, incluyen clichés casi ya clásicos para el buen conocedor de su vida, obra y milagros. En el caso de Días de radio, ese toque, además de incontestable, cobra carta de naturaleza al ser el mismo Allen quien con su voz en off se encomienda las labores de narrador de la película. La historia del niño fascinado por las historias radiofónicas de El vengador enmascarado es la historia del pequeño Allen que ya atisbamos a ver en el principio de Annie Hall, un período en la vida de Allen que tarde o temprano el cineasta norteamericano estaba destinado a filmar.

Como todas las que Allen dirige al pasado más o menos reciente de su América, la mirada a esos días de radio es una mirada nostálgica e irónica al mismo tiempo. La película está estructurada en diversos episodios independientes entre sí que dan una visión tememos que muy aproximada y certera a lo que fue los primeros años de vuelo allenianos. La perfecta ambientación, la muy cuidada fotografía, Nueva York, sus lugares y sus gentes... todo ello ayuda a formar un conglomerado de sensaciones, de vivencias que se convierten en los verdaderos protagonistas de Días de radio.

Como dato curioso, se trata de la única película de Allen en la cual aparecen juntas las que han sido incuestionablemente sus dos auténticas musas: Diane Keaton, en un pequeño papel de cantante de variedades; y Mia Farrow, con una interpretación algo más desarrollada.

Queda retratado, pues, de forma fehaciente que el de Días de radio es el hábitat en el cual se desarrolló buena parte del imaginario visual de Allen. Casi el preferido, atrevemos a decir. Allí se encuentra el germen, la materia, los días con que, para bien o para mal, se fraguaría el Allen adulto que nos ha llegado posteriormente en películas tan absolutamente fascinantes como ésta.
cassavetes
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