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Voto de el pastor de la polvorosa:
6
6.4
9,848
Drama
Una familia pasa las vacaciones de invierno en los Alpes. El sol brilla y las pistas están magníficas, pero mientras comen en un restaurante, se produce una avalancha que asusta a los clientes. La madre llama a su marido para que la ayude a salvar a sus hijos, pero él ha huido para salvar su vida. La avalancha se detiene delante del restaurante, sin ocasionar daños, pero el universo familiar ya se ha resquebrajado. Tomas buscará ... [+]
17 de marzo de 2015
97 de 104 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fuerza mayor se abre con la imagen de un lujoso urinario: emblema de un mundo en el que el lugar del excremento se ha transformado, como ya intuyó hace mucho tiempo Marcel Duchamp, en una fuente. Pero el director, Ruben Östlund, no se conforma con esa visión idealizada de la realidad, y mediante una serie de explosiones controladas sacará a la luz los trapos sucios de una adinerada familia sueca, en apariencia feliz y modélica.
La idea de partida es magnífica, y su desenlace resulta intrigante y sarcástico (en mi opinión: ver spoiler), pero el desarrollo no me convence tanto: el ritmo decae, todo resulta demasiado explicativo, y acaba dejando la sensación de cosa ya vista: la sombra de Bergman o Haneke es alargada. El rasgo distintivo que ofrece esta película frente a ese cine que trata de transmitir, antes que ninguna otra sensación, la de vergüenza ajena, es que la mala uva viene aderezada con un humor nórdico un tanto espectral.
Algunos rasgos de ingenio (las apariciones del empleado del hotel, que asume el papel del espectador, o la escena en que el protagonista y su amigo están a punto de ligar en la cafetería de la estación de esquí) no logran que el conjunto cobre vuelo por encima de su punto de partida. Así, el placer que produce ver la película es menor que el de hablar sobre ella a la salida.
La idea de partida es magnífica, y su desenlace resulta intrigante y sarcástico (en mi opinión: ver spoiler), pero el desarrollo no me convence tanto: el ritmo decae, todo resulta demasiado explicativo, y acaba dejando la sensación de cosa ya vista: la sombra de Bergman o Haneke es alargada. El rasgo distintivo que ofrece esta película frente a ese cine que trata de transmitir, antes que ninguna otra sensación, la de vergüenza ajena, es que la mala uva viene aderezada con un humor nórdico un tanto espectral.
Algunos rasgos de ingenio (las apariciones del empleado del hotel, que asume el papel del espectador, o la escena en que el protagonista y su amigo están a punto de ligar en la cafetería de la estación de esquí) no logran que el conjunto cobre vuelo por encima de su punto de partida. Así, el placer que produce ver la película es menor que el de hablar sobre ella a la salida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Si he dicho que la película resulta demasiado explicativa, el final es deliberadamente muy abierto, como si el director dejara la última palabra a nuestros prejuicios. Para empezar es doble. El primer final es irónico o fantástico: después de tocar fondo Tomas se redime rescatando a su mujer Ebba (aunque para ello tenga que abandonar a sus hijos en medio de una niebla que parece engullir metafísicamente a unos seres que carecen de sustancia), en unas circunstancias sobre las que no se nos ofrece ningún detalle.
El segundo final, que tiene lugar en un trayecto en autobús por una carretera de montaña llena de curvas, muestra la incapacidad de otro hombre, el conductor del autobús, que no es que fracase como héroe sino que es incapaz de hacer su trabajo con un mínimo de eficacia: esta situación provoca la ira nerviosa de Ebba. Cuando ella fuerza la detención del autobús y se baja, dando lugar a una situación que objetivamente no es de fuerza mayor, que carece de peligro inminente, el amigo de Tomas reacciona como un héroe de sainete pidiendo que se deje bajar primero a mujeres y niños... De ese modo, la reacción de Ebba se equipara, en la mente de los dos amigos, a la huida de Tomas en el momento de la avalancha, y este ya tendrá algo que responder si a ella le diera por seguir contando aquella historia en sociedad. Cuando se da cuenta de ello al cabo de un rato de caminar por la carretera, acepta un cigarrillo que le ofrece otro pasajero como si acabara de echar un polvo.
El segundo final, que tiene lugar en un trayecto en autobús por una carretera de montaña llena de curvas, muestra la incapacidad de otro hombre, el conductor del autobús, que no es que fracase como héroe sino que es incapaz de hacer su trabajo con un mínimo de eficacia: esta situación provoca la ira nerviosa de Ebba. Cuando ella fuerza la detención del autobús y se baja, dando lugar a una situación que objetivamente no es de fuerza mayor, que carece de peligro inminente, el amigo de Tomas reacciona como un héroe de sainete pidiendo que se deje bajar primero a mujeres y niños... De ese modo, la reacción de Ebba se equipara, en la mente de los dos amigos, a la huida de Tomas en el momento de la avalancha, y este ya tendrá algo que responder si a ella le diera por seguir contando aquella historia en sociedad. Cuando se da cuenta de ello al cabo de un rato de caminar por la carretera, acepta un cigarrillo que le ofrece otro pasajero como si acabara de echar un polvo.