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Voto de Adrián Esbilla:
7
Acción. Drama. Thriller Quinta y última entrega de la saga "The Yakuza Papers" de Kinji Fukasaku. Entrados ya en la década de los 70, hace dos años que la antigua familia Muraoka se convirtió en coalición política, a modo de lavado de cara ante los medios de comunicación y la sociedad. Sin embargo, la confrontación interna con las facciones favorables a una restauración del código yakuza será inevitable, y la inminente salida de prisión de Shozo Hirono, jefe ... [+]
10 de agosto de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierre de una saga monumental, que más allá de la calidad de cada entrega, supone una rotunda obra maestra, un film-río avasallador, que pasa factura a 30 años de historia de un país a través de su sub-mundo criminal, anotando minuciosamente los cambios socio-económicos operados, simbolizados por esa “yakuza” que pasa del estraperlo y las escaramuzas en el mercado negro de la post-guerra bajo la ocupación, a travestirse en asociaciones políticas, empresariales y comunitarias, mientras machaca inmisericordemente cualquier rasgo romántico del “yakuza eiga” anterior a base de burlarse descarnadamente de unos rituales y valores sin significado alguno (el título “Batallas sin honor ni humanidad” hace referencia al “giri-ninjo” o a la versión de los forajidos el “jingi”, código de conducta basado en la humanidad y la justicia), de ridiculizar la reputación del bandido honrado protector de los desfavorecidos, exponiendo en crudo la estupidez salvaje (brutal el retrato de los hombres de Hirono con el en la cárcel), la cotidianeidad cruenta y la indiferencia total hacia la sangre de otros lista para derramarse. Esta quinta entrega funciona casi a modo de epílogo (aunque Fukasaku y el periodista y escritor Koichi Iiboshi, cuyas crónicas son la fuente, prolongaron la saga durante cuatro entregas más, el tríptico “New Battles Without Honor and Humanity” y la tardía “Aftermath of Battles Without Honor and Humanity”), con un carácter crepuscular y profundamente amargo, en el que la ira y la demencia de las anteriores entregas aparece extenuada, de tal modo los personajes principales mostraran su hartazgo y acabarán por admitir que ni siquiera el advenimiento de la modernidad cambiará algo, simplemente las treguas no duran entre el orgullo y la ambición. Se hecha en falta una mayor presencia de Sugawara como el carismático Shozo Hirono, que reaparece, reflexivo pero indoblegable, en los anticlimáticos y sensacionales veinte minutos finales, pero se compensa con la incorporación en un rol secundario de Jo Shishido, legendario actor fetiche de Seijun Suzuki, completamente fuera de si, luciéndose en una de sus “performance” incontrolables como incendiario y borrachuzo jefe que marca las diferencias vistiéndose al modo tradicional, reclamando la autenticidad en exclusiva, el “yakuza” quintaesencial, y dejando de paso, una de las imágenes más memorable de la saga al salir a la calle para llamar a un taxi, con las manos apoyadas en dos pistolas que le sobresalen del fajín, ante un pelotón de policías que le miran estupefactos. Se nota el cansancio y quizás falta algo de chispa, aunque narrativamente funciona como un reloj y contiene un par de momentos de violencia espasmódica marca de la casa, pero supone un cierre adecuadamente pesimista que acierta al no dar lo que se espera, es decir una ración de balazos vengadores, sino simplemente lo que hay.
Adrián Esbilla
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