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Voto de Adrián Esbilla:
7
Comedia. Fantástico Minor es un joven que vive feliz en una tranquila y apacible porqueriza en una isla imaginaria del mar Egeo. Gracias a una desafortunada caída, los vecinos del pueblo descubren su gran locuacidad, y de la noche a la mañana lo proclaman rey, lo que cambiará radicalmente su vida. (FILMAFFINITY)
2 de diciembre de 2009
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacida de un extraño cruce entre un Terry Gilliam primerizo, no solo en su estilo formal entre desvencijado y barroco a lo pobre sino en el uso de una comicidad anacrónica y chocante muy propia del área de influencia de los Monthy Python, y “la trilogía de la vida” de Pasolini en su decidido aspecto de celebración vitalista donde lo fabulesco y lo mitológico son retratados de un modo abiertamente mundano. Un tratado de antropología inventada, de edades pre-homéricas en las que la convivencia entre el mito (a la cabeza ese expansivo sátiro, llamado Pan claro, que se folla todo lo que se mueve y lo que no se mueve también, no hay más que ver lo que disfruta del curvilíneo y acogedor tronco de un árbol con forma de posaderas) y en las que la cotidianidad constituye un “work in progress” religioso que da forma a las creencias sobre la marcha y en el que la maravilla y lo fantástico son cosa de todos los días. A Jean-Jaques Annaud se le termina por ir el invento de las manos víctima de excesos de todo tipo y el guión no sabe rematar la caricatura tragicómica como es debido pero el resultado final es un film verdaderamente insólito y por completo ajeno a cualquier sentido de la vergüenza (y también de la medida, es cierto) donde se abraza el primitivismo mediterráneo, el canto al erotismo (y más en tiempos de cine des-sexualizado) y a la sensualidad, la utilización sandunguera (y perfectamente coherente) de lo soez, lo escatológico y lo cruel, que logra dejar momentos tan memorables como la noche de luna que Minor y su amada pasan follando en la copa de un olivo rodeado de lobos, conviviendo con otras escenas pobre o equivocadamente resueltas en las que la caricatura se impone y el oficio de Annaud desaparece. Pese a todo un trabajo que no merece ni el olvido ni el desprecio (pese a lo comprensible de su fracaso) aunque solo sea por su audacia a (literalmente) calzón quitado, por lo evidentemente suicida de su propuesta, por su carácter de fiesta única, a veces grotesca y exagerada, simplona pero también divertidísima, donde aprender algo y olvidar otro tanto. Una leyenda descabellada en la que una belleza despampanante tiene celos de una cerda, donde un gorrino será sucesivamente: buen salvaje, imbecil, rey, nuevamente imbecil y finalmente hombre, donde una paloma decide el destino de un pueblecito y donde, al fin y al cabo todo o casi todo es posible.
Adrián Esbilla
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