'Touki Bouki' es una película asombrosamente política. O, más bien, política de un modo asombroso e inesperado.

En geopolítica, de forma muy esquemática, se distingue entre imperios generadores y depredadores. El mismo imperio puede, según las condiciones materiales o la circunstancia histórica, ejercer políticas de dominio colonial en un sentido u otro. Un ejemplo, esbozado de manera obligadamente breve dado que esto no es HistoryAffinity, podrían ser las diferencias entre la América de los Habsburgo y la América borbónica.

Mambéty bien podría haberse centrado en una elegía nacional, compadeciéndose de las consecuencias negativas que el colonialismo europeo causó en África.

El material está ahí, pues Senegal y Francia tienen una historia conjunta mucho más lejana que la Conferencia de Berlín, el incidente de Fashoda o las andanzas de Livingstone.

Sin embargo, Mambéty decide optar por un camino mucho más poético, e incluso auténtico: muestra el reflejo brumoso que la brillantez de la lejana metrópoli genera en la mundanidad del habitante colonial.

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- La motocicleta, símbolo de la modernidad, va precedida del enorme asta del siempre mismo bóvido que lleva siendo desangrado a perpetuidad en la tierra de Dakar.

- Mory, observando esa suerte de "ludi venationi" entre musculosos africanos. "Yo no soy como vosotros, negros".

- Lánguidas mujeres de ébano al sol, al son de Mady Robin.

- Qué triste, ni siquiera París queda del otro lado de esas aguas oceánicas de las que vemos imágenes de una plasticidad tan checoslovaca.

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"París, París, París. Es el paraíso en la Tierra".

La capital francesa se presenta ante Mory como una de las doradas ciudades imaginarias de Italo Calvino.

A través de más de 3000 kilómetros, puede seguirse el hilo del sueño de la felicidad en otra tierra.

Gracias.