1934. La comunidad indígena chamula, descendiente de los mayas, reclama el reparto de tierras pero los terratenientes están en contra de cualquier reforma y además cuentan con el apoyo del Gobernador. Ante esta situación los chamula preparan una sublevación que da comienzo con una celebración ritual en la que rinden culto a unas imágenes antiguas o idolillos de sus divinidades ancestrales. Estas ceremonias no son del agrado de las autoridades religiosas del lugar y Monseñor manda a un Padre de la Iglesia Católica al santuario de la indiada para hacerles cambiar de práctica religiosa y abracen la doctrina cristiana. Así sin más. Como el sacerdote para los chamulas paganos es "semáforo de medianoche" (nadie le hace caso), éste para hacerse de notar, emplea una vara para fustigar al primero de los indios con que se encuentra. Y claro, si empleas la violencia tú solito contra un miembro de una comunidad de 200 allí reunida, encima en su santuario y si además añadimos que este pueblo indio se ha bañado por dentro con botellas de aguardiente porque forma parte de su liturgia ceremonial... el resultado es 1 muerto a 0.
Pero, no obstante, la revolución que tenían prevista para conseguir poner fin a su drama social acaba siendo reprimida –rápido rápido– con la llegada del ejército y cuando uno de sus caudillos, un ingeniero y tal, es asesinado.
Paralelamente hay otra historia de tipo "culebrón" que ameniza un poco la cinta con el destape de alguna que otra chamaca (pelusilla del cine de la época, no hay más) combinada con otras escenas de secretos y triquiñuelas familiares varias.
Máxima fidelidad en los escenarios y en los trajes regionales pues fue rodada en el pueblo de San Juan Chamula, en el estado de Chiapas, México.
Mi puntuación ha sido "floja" porque en siete u ocho momentos del film he echado unas cabezaditas, lo cual paradojicamente pueda sorprender en vista de mi atenta crítica. Esto solo se explica por una razón: hoy tenía ganas de escribir a cualquier precio.