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Voto de griffinjazz:
7
6.7
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Acción
Madigan y Bonato son dos policías veteranos que se ocupan de los más duros trabajos callejeros. Durante una operación rutinaria, se les escapa un delincuente que está siendo buscado por toda la ciudad. Su jefe, indignado por su negligencia, les da un ultimátum: deben encontrar al fugitivo en un plazo de 72 horas, antes de que la opinión pública se entere. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2008
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue Don Siegel el máximo exponente de la regeneración del cine negro durante los 60’s, los cánones clásicos empezaban a no servir y la figuras del hombre de la ley y el delincuente estaban cada vez más cercanas, creando una ambigüedad moral que suele ser el epicentro de su cine. Desde la espectacular “Código del Hampa” (1964) hasta “Harry el Sucio” en 1972 y “La gran Estafa” en 1973, Siegel dirigió dos obras menores como “Brigada Homicida” y “La Jungla Humana” pero no carentes ni mucho menos de interés (de hecho, las andanzas de Harry Callahan tienen un precedente muy claro en estas dos películas).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En Madigan se dan los contenidos habituales en el cine de Don Siegel dentro de su vertiente más social (más cercana a Sidney Lumet, digamos), su falta de confianza en las instituciones y en los gobernantes, aumentando la falta de integridad cuanto mayor es el rango. Así, el personaje peor parado del filme (muy sutilmente, desde luego) finalmente es el Comisario Russell (Henry Fonda), intolerante con los subordinados (que en realidad tienen un trabajo mucho más duro que el suyo, se juegan la vida mientras que él acude a la academia de policías a dar el mismo discurso de graduación de todos los años), pero transigente con la corrupción si ésta viene de su mismo escalafón y de su círculo más cercano. Y con cierto grado de insensibilidad ante el final de uno de sus hombres, es capaz de enfrentarse y aguantar el chaparrón de la viuda con cara de circunstancias y a continuación marcharse sin más al siguiente punto de la agenda del día (lo del hijo del reverendo lo dejamos que eso toca el lunes).
Una visión ligeramente más condescendiente muestra Siegel con la pareja de policías, Madigan (Richard Widmark) y Rocco Bonaro (Harry Guardino, un habitual en el cine del director), que pese a sus métodos rudimentarios y agresivos muestran algo más de humanidad frente a la rigidez del personaje de Fonda. No deja de ser significativo que los dos pierden al detenido por quedarse embelesados con una chica desnuda, además de pasarse los tres días fumando y bebiendo. Son policías de los de antes (en el look para empezar), no se arrugan pero les cuesta adaptarse a la rigidez burocrática de los nuevos tiempos (al igual que pasa con Harry, of course).
En definitiva, la película alterna la trama puramente policial (al ritmo vertiginoso habitual del cine de Don Siegel), una especie de “límite 72 horas” para buscar al delincuente Barney Bennech y la caída al infierno en su vida privada del personaje de Madigan, incapaz de atender ni a su esposa (maravillosa Inger Stevens) ni a su amante, algo que por otro lado tampoco lo diferencia mucho de Russell, aunque el final de uno y de otro es bien distinto, como parecía predestinado.
Para los amantes de lo kitch, la música típicamente setentera de Don Costa, con ese inicio entre los rascacielos y las calles de New York tan característico de los 70, aunque no con tanta maestría como en la saga de Harry con la música vertiginosa de Lalo Schifrin.
Una visión ligeramente más condescendiente muestra Siegel con la pareja de policías, Madigan (Richard Widmark) y Rocco Bonaro (Harry Guardino, un habitual en el cine del director), que pese a sus métodos rudimentarios y agresivos muestran algo más de humanidad frente a la rigidez del personaje de Fonda. No deja de ser significativo que los dos pierden al detenido por quedarse embelesados con una chica desnuda, además de pasarse los tres días fumando y bebiendo. Son policías de los de antes (en el look para empezar), no se arrugan pero les cuesta adaptarse a la rigidez burocrática de los nuevos tiempos (al igual que pasa con Harry, of course).
En definitiva, la película alterna la trama puramente policial (al ritmo vertiginoso habitual del cine de Don Siegel), una especie de “límite 72 horas” para buscar al delincuente Barney Bennech y la caída al infierno en su vida privada del personaje de Madigan, incapaz de atender ni a su esposa (maravillosa Inger Stevens) ni a su amante, algo que por otro lado tampoco lo diferencia mucho de Russell, aunque el final de uno y de otro es bien distinto, como parecía predestinado.
Para los amantes de lo kitch, la música típicamente setentera de Don Costa, con ese inicio entre los rascacielos y las calles de New York tan característico de los 70, aunque no con tanta maestría como en la saga de Harry con la música vertiginosa de Lalo Schifrin.