En 1971 Robert Wise dirigió una película de culto de ciencia-ficción, considerada demasiado compleja en su época, confusa. Basada en la novela de Michael Crichton, "La amenaza de Andrómeda" tuvo un remake hace unos años a cargo de Scott Free Productions, la productora de Ridley y Tony Scott. A juzgar por las críticas, esta nueva versión dirigida por Mikael Salomon destrozó el material que con tan buen pulso supo llevar Wise a la pantalla.

En 1978 Michael Crichton (sí, el novelista) llevó a la pantalla para la MGM la novela de Robin Cook "Coma". Y en 2012, tenemos un remake de aquella película (reflejado como tal en los créditos, no como 'nueva adaptación de...") producido de nuevo por Scott Free, y también con Mikael Salomon en la dirección. De dos horas se han pasado a tres en total, en una miniserie en dos partes que sólo puede justificarse como un ejercicio de creación llevado a cabo por monos comatosos sin ningún sentido del ritmo y una incapacidad absoluta para conseguir mantener la tensión durante más de veinte segundos.

No es culpa del punto de partida, que es estúpido pero interesante: una joven interna llega a un hospital a hacer sus prácticas y descubre una serie de casos de pacientes que han caído en coma de forma inexplicable. Decide investigarlos, hasta dar con unas instalaciones en las que las cosas no son lo que parecen. Bien, dejando de lado todas las posibles incongruencias argumentales de la historia, de aquí podía sacarse algo con fuerza. Especialmente en su segunda mitad, donde se ponen en liza conceptos interesantes y que en buenas manos, darían bastante de si. No es el caso de Salomon, que en los primeros cinco minutos de la miniserie ya deja claro que no es precisamente competente. En esta supuesta presentación de conflictos vemos como un equipo médico realiza una intervención, cómo un doctor sale de la consulta pegando a un tío que pasaba por ahí para luego suicidarse. Y claro, se muestra a la protagonista, que se da un golpe en la piscina, casi ahogándose, aunque termina siendo salvada milagrosamente por un personaje que luego será su jefe en el hospital. Son cinco minutos de 180, los personajes principales han sido "presentados" y hemos asistido al primer coma inexpicable.

Lo que sucede a continuación es incluso más estúpido. No hay por donde cogerlo y todo se toma tan en serio a si mismo que es imposible encontrarle si quiera la forma de deleitarse con ello, cayendo en la parodia involuntaria cada vez que Salomon hace un primer plano de Lauren Ambrose intentando entender qué diablos pensaba el día que firmó protagoniza esta mierda. El resto del reparto está igualmente fatal, pero no es cuestión de echarles la culpa porque con este guión, tal cual está planteado, es imposible hacer algo bueno. Salomon le da algo de empaque al asunto con algunas ideas buenas que terminan siendo ahogadas en el cúmulo de despropósitos que vienen a continuación, los diálogos de niño de tres años, las secuencias de relleno que se encadenan para intentar perfilar a los personajes secundarios (lo de Geena Davis es para llorar), y suma y sigue. No funciona ni como drama (¿?), ni como policíaco, ni como ejercicio de intriga.

"Coma" de Mikael Salomon es un bodrio de tres horas en el que hay infinidad de ideas fatal explotadas, insalvable porque ni consigue interesar más allá de momentos aislados ni se crea una conexión con sus personajes. Nos importan una mierda, básicamente. Y cuando una historia como la que hay aquí no provoca, como poco, curiosidad, es que hay algo que se está haciendo muy mal. Muy triste llegar a los créditos de esto y ver a Tony Scott metido en el ajo. No se merecía que su primer estreno póstumo fuese de una calidad tan paupérrima. Si no estáis en coma evitad ver "Coma", u os inducirá a él.