Que si, que si, que Shrek es muy divertida y la segunda parte es un magistral ejercicio cómico. Pero ya está. Cuando surgió DreamWorks y su carta de presentación fue la grandilocuente El príncipe de Egipto, pocos podían esperar que aquella compañía, la división animada del estudio, fuese a caerse por su propio peso años más tarde. Shrek fue una losa difícil de soportar, una que no ha sido superada por otras cintas del estudio como Madagascar, y que convirtió a una compañía arriesgada y madura en un escaparate técnico y una empresa en el sentido más despreciable de la palabra.

Lejos queda aquella original propuesta que fue AntZ, una superproducción para la época que narraba la epopeya de una hormiguita que era básicamente Woody Allen. Con Simbad podríamos decir lo mismo: es la fina línea que separa ambos mundos, las dos dimensiones con películas como El príncipe de Egipto o El dorado, de las tres dimensiones, con Antz o Shrek a la cabeza. Una fina separación que se obvia de forma injusta, por que Simbad es, casi con seguridad, la película de animación tradicional más espectacular que ha hecho Estados Unidos esta década.

No es que los diseños de los personajes sean fantásticos, al contrario, son muy similares a El Dorado. Y tampoco es que sea una película brillante. Lo que si es y esto es innegable, es un prodigio de ritmo, de narrativa, y de inventiva. Escenas que pasan volando, escenarios muy imaginativos, secuencias de acción sacadas adelante con una habilidad pasmosa. Es la confirmación perfecta de la superación de DreamWorks Animation. E irónicamente cerraron después de este film.

La película es, además, un lienzo en el que se muestra una portentosa animación, que va desde los fondos hasta las animaciones, y que sobretodo se condensa en el personaje de la villana, una mezcla entre Úrsula de La Sirenita y Megara de Hércules. El personaje se desliza con movimientos serpentinos, desaparece, aparece, dejando regueros de niebla, deslumbrando, dejando con la boca abierta en cada aparición, con la escena del robo del libro como mayor mérito. Imposible obviar, eso si, la gran banda sonora.

Simbad es, en esencia, una película de aventuras digna de ver, entretenida, viva, y con un nivel de animación que la pone a la altura de glorias recientes de Disney como Tarzán. Desgraciadamente, también es lo último que veremos así salido de las manos de DreamWorks, por culpa de Shrek 4, Madagascar 2 y a saber cuantas más tonterías comerciales. Aunque quien sabe... con la vuelta de Disney a la animación tradicional, quizá se les ilumine la bombilla de nuevo...