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Voto de Ehavled Jef:
8
7.6
694
Drama
Una campesina se esfuerza al máximo para que su hijo pueda recibir en Tokio una buena educación. Algunos años después, lo va a visitar, dando por supuesto que será feliz y tendrá una buena posición social. Pero, nada más llegar, se encuentra con la triste realidad: su hijo, que está casado, es profesor de la escuela nocturna y vive sumido en la miseria. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2009
38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia que nos cuenta el Sr. Ozu en este filme conmovedor —realizado allá en Japón mientras acá en España andaban los españoles desatando sus odios fraternos— es la de una mujer trabajadora, sola y con un único hijo en un pequeño pueblo japonés. Ella trabaja y se sacrifica por obtener algo de dinero para que el muchacho vaya a la capital y haga estudios superiores, todo esto en 1923.
Pasan el tiempo y la acción se traslada al año 1935, cuando la madre viaja desde el pueblo hasta Tokio para visitar a su hijo, al que cree estar gozando de un estatus superior conforme a los estudios que realizó. Pero una vez in situ contempla la cruda realidad de su vástago; descubre que éste sólo alcanzó ser un maestro pobretón en una escuela periférica para muchachos en horario nocturno. Y no sólo eso, además descubre que...
Pasan el tiempo y la acción se traslada al año 1935, cuando la madre viaja desde el pueblo hasta Tokio para visitar a su hijo, al que cree estar gozando de un estatus superior conforme a los estudios que realizó. Pero una vez in situ contempla la cruda realidad de su vástago; descubre que éste sólo alcanzó ser un maestro pobretón en una escuela periférica para muchachos en horario nocturno. Y no sólo eso, además descubre que...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
...su hijo está casado y tiene un niño pequeñito. Y más aún, descubre también que éste, su esposa y su nieto viven a las afueras de Tokio, en una casita pobre de un barrio pobre, cercano a una fábrica de incineración. La madre no hace ningún reproche, pero por dentro se queda decepcionada ante la situación de su hijo (y éste lo percibe). Se trata de un estado el cual en modo alguno podía ella imaginar después de tanto sacrificios, separación de su único ser querido y gastos en él para que progresara de cara a ser alguien importante.
Encima nota a su hijo derrotado, vencido, sin ánimos para luchar y reponerse. Esto último sí que le hace perder la serenidad y decirle con firmeza que espera de él que no se dé por vencido; lo acicatea para que trate a toda costa de mejorar; le recuerda que ella estuvo en peor situación de lo que ahora está él y sin embargo nunca se rindió con vistas a proveerle de una mejor vida; le insta a que por la misma lógica sea consciente y en este momento asuma la responsabilidad que le corresponde a él de levantarse de su abatimiento, luchar y progresar, no ya por su propio bien, sino también por el de su familia: su mujer y su niño recién nacido.
Mas, mira por donde, ocurre un suceso, estando la madre allí junto a su hijo, nuera y nieto, que le hace recapacitar y ver una verdad trascendente por la que debe dar gracias al universo entero. De repente ella se percata de algo muy relevante y maravilloso: que independientemente de que su hijo esté viviendo como un simple y pobre maestro, éste posee algo mucho más esencial y perenne: es un hombre bueno, un ser humano digno, bien educado, magistral, ejemplar en todos los sentidos, valores que demuestra precisamente en medio de las contrariedades y la dificultosa pobreza, lo cual tiene aún más mérito. Y no sólo eso, su hijo además tiene una gran suerte: haber dado con una mujer buena, humilde, solidaria, de corazón bondadoso, con la cual ha engendrado un precioso bebé y descendiente.
El fin es sereno, melancólico y orientado al esperanzador devenir, como suelen ser los acabados de Ozu, con una escena donde la madre ya regresada a su pueblo y a su trabajo limpiando suelos, hace un descanso y se sienta. Ella parece pensar en la visita que acaba de hacer a su hijo y en lo imprevisto y descolocador que el destino suele ser con nuestras planificaciones y cálculos de seguridad o éxito. Entonces la cámara pasa de fijarse en esta envejeciente pensativa y enfoca la dirección de lo que la mujer está mirando: una puerta cerrada que da al campo abierto.
Fej Delvahe
Encima nota a su hijo derrotado, vencido, sin ánimos para luchar y reponerse. Esto último sí que le hace perder la serenidad y decirle con firmeza que espera de él que no se dé por vencido; lo acicatea para que trate a toda costa de mejorar; le recuerda que ella estuvo en peor situación de lo que ahora está él y sin embargo nunca se rindió con vistas a proveerle de una mejor vida; le insta a que por la misma lógica sea consciente y en este momento asuma la responsabilidad que le corresponde a él de levantarse de su abatimiento, luchar y progresar, no ya por su propio bien, sino también por el de su familia: su mujer y su niño recién nacido.
Mas, mira por donde, ocurre un suceso, estando la madre allí junto a su hijo, nuera y nieto, que le hace recapacitar y ver una verdad trascendente por la que debe dar gracias al universo entero. De repente ella se percata de algo muy relevante y maravilloso: que independientemente de que su hijo esté viviendo como un simple y pobre maestro, éste posee algo mucho más esencial y perenne: es un hombre bueno, un ser humano digno, bien educado, magistral, ejemplar en todos los sentidos, valores que demuestra precisamente en medio de las contrariedades y la dificultosa pobreza, lo cual tiene aún más mérito. Y no sólo eso, su hijo además tiene una gran suerte: haber dado con una mujer buena, humilde, solidaria, de corazón bondadoso, con la cual ha engendrado un precioso bebé y descendiente.
El fin es sereno, melancólico y orientado al esperanzador devenir, como suelen ser los acabados de Ozu, con una escena donde la madre ya regresada a su pueblo y a su trabajo limpiando suelos, hace un descanso y se sienta. Ella parece pensar en la visita que acaba de hacer a su hijo y en lo imprevisto y descolocador que el destino suele ser con nuestras planificaciones y cálculos de seguridad o éxito. Entonces la cámara pasa de fijarse en esta envejeciente pensativa y enfoca la dirección de lo que la mujer está mirando: una puerta cerrada que da al campo abierto.
Fej Delvahe