Relajada y simpática comedia, muy bien interpretada por el siempre inconmensurable Frank Langella, secundada con oficio y entrega por el guapetón de James Marsden y por la cada vez más desaprovechada Susan Sarandon, así como con un guión lleno de matices, alguna sorpresa y una falta de retórica y subrayados poco habitual en el cine contemporáneo. Al final uno tiene la sensación de haber pasado un buen rato, de que le han tratado como adulto, de que no había trampas ni estériles efectos siderales, pero queda el regusto de lamentar lo que la cinta podría haber sido y no es porque prefiere la amabilidad a la profundidad.

Sin embargo, el balance es positivo porque trata un tema ‘importante’ como el de la pérdida de facultades vitales para sobrevivir y desenvolverse (como la memoria) con aguda sensibilidad y buen gusto, planteando algunas preguntas pertinentes (¿qué hacer cuando un padre envejece y se desmemoria?) pero dejando las respuestas para mejor ocasión, contentándose con construir un entretenido dilema en clave de humor, bordeando la parodia y sorteando el melodrama en el tramo final de la cinta.

Quizás demasiado liviana y poco arriesgada, pero no se puede negar que funciona como una engrasada pieza de relojería, bien montada, mejor urdida, hábilmente resuelta y culminada con elegancia y buen hacer por un director casi primerizo (Jake Schreier) al que habrá que atender para ver si gana en profundidad o se deja dispersar y perder por la industria. Agridulce balance de una recomendable cinta de entretenimiento: podría ser mejor de lo que es pero se conforma con ser mejor que la media actual. No es poco balance.