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Voto de antonalva:
8
Drama El viejo Shukichi Hirayama (Hashizume) y su esposa Tomiko (Yoshiyuki) viven en una pequeña isla. Aunque no les gusta la vida urbana, van a Tokio a pasar unos días con sus hijos. El mayor (Masahiko Nishimura) dirige un hospital; la mediana (Tomoko Nakajima) es dueña de un salón de belleza, y el pequeño (Satoshi Tsumabuki) trabaja en el teatro. Remake de "Cuentos de Tokio" de Yasujiro Ozu. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2013
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película japonesa, llena de vitalidad y enjundia, de profundidad y paz, de tanto desapego como gratitud, de claroscuros, aristas, asperezas y bondades, como en cualquier familia, como en la vida misma de cada cual. El máximo logro de esta sencilla crónica familiar es que – pese a las peculiaridades culturales y las particularidades geográficas – todos nos podemos sentir reflejados y todos observamos comportamientos y actitudes más que reconocibles y que nos remiten a la intimidad entrañable u hostil del seno familiar.

Son casi dos horas y media de metraje pero resulta pasmoso que si bien el ritmo es pausado, parsimonioso y hasta ceremonial, el tiempo apenas se hace sentir y nos sorprende que – sin solución de continuidad – la película concluya como llegada a un fin de trayecto inesperado y abrupto, dejando ganas de más, de no abandonar a esa familia (que no es ni modélica, ni particularmente interesante), de conocer más detalles y más vericuetos, de acompañar el día a día de cada uno de sus componentes, como impulsados por la constancia y el ronroneo de los latidos del corazón.

Más allá de que se trate de la recreación de una de las obras maestras más imperecederas de la historia del cine – la excelsa “Cuentos de Tokio” de Yasujirô Ozu, que a su vez era una recreación de una gran película yanqui “Dejad paso al mañana” del injustamente menospreciado Leo McCarey – esta película (que no hace olvidar a sus predecesoras pero es muy digna continuadora) ofrece un retrato incisivo, caleidoscópico, agudo, detallista y entrañable de los vínculos familiares, sobre todo cuando los progenitores se acercan a la ancianidad y todo parece abocado hacia un desenlace si no fatal, en todo caso larga y lentamente enunciado y anunciado…

El vetusto director japonés Yôji Yamada nos ofrece a sus 82 animosas primaveras un primoroso relato que oscila entre el homenaje y la más sincera intimidad e introversión. Su tono recuerda en algo a su gran obra “El ocaso del samurái” (2002), en la que ofrecía el retrato del fin de una época a punto de disolverse, entre la nostalgia y el homenaje. Siendo la estética y la dinámica muy diferentes, el enfoque resulta similar: canto por lo que ha sido, himno de alabanza por la belleza de las pequeñas cosas, gratitud por el amor que se ha profesado, sentido abandono de lo que no pudo ser…

Gran obra, llena de emoción, verdad y hondura, muy recomendable y plenamente satisfactoria.
antonalva
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