Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Quatermain80:
7
Drama Cuando la hija de John Harris es gravemente herida en un accidente de navegación, el hospital le dice que ella va a necesitar una transfusión de sangre urgente. Debido a sus creencias religiosas, Harris se niega a dar el permiso y la niña muere. Cuando la investigación libera a Harris de toda culpa, el médico a cargo del caso intenta llamar a la policía para presentar cargos de homicidio contra Harris. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película cierra toda una estupenda etapa en la filmografía del realizador británico Basil Dearden, al que ya he tenido la ocasión de disfrutar previamente en títulos como “El Faro Azul”, “Barrio peligroso”, “Sapphire” (“Un crimen al atardecer”) o “Víctima”. Todos estos filmes se caracterizan por abordar, de manera más o menos directa, problemas sociales del Reino Unido de finales de los 50 y principios de los 60, ya sea la juventud desarraigada y lindante con lo criminal de los barrios obreros, el racismo o la proscripción legal de la homosexualidad.

En el presente caso, de nuevo se aborda un tema nada fácil y no resuelto por la legislación británica de la época, como es el límite de las atribuciones que los padres pueden arrogarse para con sus hijos. La muerte de una pequeña, provocada por la negativa de su padre a permitir una transfusión de sangre a causa de sus creencias religiosas, permite poner de relieve de forma rotunda y eficaz el alcance del dilema. ¿Hasta qué punto puede un padre, en función de sus creencias, de su conciencia, permitir, aunque sea por omisión, la muerte de un niño? ¿Hasta dónde puede intervenir el estado en las creencias individuales de los ciudadanos sin caer en el abuso? Este es el tema de fondo de la película, aunque esté planteada como un juicio, a raíz de la denuncia por homicidio que interpone el médico a cargo del caso contra John Harris, padre de la pequeña Ruth. Por tanto, aunque en el juicio se dirima la inocencia o culpabilidad de Harris, lo que de verdad importa es lo arriba apuntado, y así lo demuestra una breve secuencia, en la que el juez que preside el tribunal, durante un receso, expresa la postura de realizador y guionistas.

Es de alabar la exquisita elegancia con la que la película aborda a los personajes; en vez de caer en un retrato de trazo grueso y pintar a Harris como un fanático, el guión nos lo muestra como un buen hombre, convencido de que lo que ha hecho –más bien lo que ha dejado que ocurra- era lo correcto, en función de sus creencias. Este tratamiento introduce además otro aspecto interesante, concerniente al relativismo cultural, pues ¿cabe siempre respetar las ideas del otro sólo por el hecho de que en su grupo o sociedad sean comúnmente admitidas y practicadas en conciencia? Por muy respetuoso que uno quiera ser, hay actitudes, tradiciones y comportamientos que son inherentemente injustos o abusivos, y la circunstancia de que estén justificados por ser expresión de una identidad cultural no los hace más dignos de respeto. Precisamente será la toma de conciencia en torno a este problema la que motive una acertada evolución en Harris, personaje bien complementado por el de su esposa, atrapada entre la lealtad y amor que siente hacia su marido y sus sentimientos personales. Igualmente, el tratamiento de los restantes personajes es siempre rico, matizado, construyendo así una verdadera reflexión sobre el tema, y no un mero espectáculo de “buenos y malos”.

Adaptación de una obra teatral, el filme huye del clásico encorsetamiento que el medio original hubiera proporcionado de haberse desarrollado casi todo el metraje en el tribunal; sabiamente, el realizador demora la entrada en la sala, reduciendo e interrumpiendo la duración de las sesiones, evitando así hacerse pesado. La realización es, como siempre en Dearden, clásica y convencional (tal vez la única película con aspectos formales más personales sea la citada “Sapphire”), privilegiando la inteligibilidad de la historia y el realismo de personajes y situaciones. Las interpretaciones son notables, transmitiendo eficazmente las dudas, convicciones y actitudes de los personajes; destacan Janet Munro, como madre de la niña, y el siempre eficaz Mc Goohan, interpretando al doctor, si bien el papel con más jugo recae en un correcto Michael Craig.

Una película que invita a reflexionar, y que como todas las que he mencionado anteriormente, hacen urgente y necesaria la revalorización de este director británico, tan poco conocido.
Quatermain80
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow