Ya en las enormes “El intendente Sansho” o “La Strada” se demuestra el poder de una canción. Aquí a Rivette le sirve de pretexto para unir de nuevo a dos personajes y cerrar y correr la cortina de nuevo para iniciar un nuevo flashback. Juega con los espejos, con la puesta en escena, con los vestidos que elige y nunca se pone.

La hipocresía y el amor imposible, con la elegancia y con elementos esenciales. Obviamente todo lo anterior estaba ya implícito en la novela de Honoré de Balzac pero Jacques Rivette pone imágenes impregnadas de estilo y atrayentes para el espectador que entre dentro de esa cortina que nos abre previamente. Aunque no es lo mejor que nos ha regalado el director de “Céline y Julia van en barco” queda en nuestra memoria ese «Por el río tajo sólo corrió sangre.», que nos hace pensar en nuevo juego narrativo y cinematográfico.
Cosas de la edad y la clase.