10 de febrero de 2012
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Ésta es la historia de una familia rica que perdió todo y del hijo que no tuvo más remedio que mantenerla unida. Es “Arrested Development”.»
Con esa coletilla inicial a ritmo de banjo, su estética realista (pese al absurdo que habita en su interior) y directa (y dramáticamente televisiva) sus credenciales eran una perfecta postal introductoria. La sitcom y la screw-ball reanimadas, bajo la mirada del estilo reality documentalista, nos remiten a “The Osbournes” estrenada un año antes en la MTV. Se necesitan kilos y megatones de locura para que una familia de clase alta nos haga reírnos de sus actos, manías y situaciones diarias. La familia Bluth puesta contra las cuerdas y en la ruina por ser encerrado su patriarca forma parte de un inicio en el que vemos que el protagonista va a ser, por su seriedad y competencia, el personaje menos divertido de todos.
El potencial cómico de la familia más disparatada del planeta reside en su tragedia, mala suerte y desesperación y cómo queda reconducida por la comedia: no importa que la madre sea alcohólica, que su padre se encuentre entre rejas y acusado de colaborar con el mayor enemigo de la nación o que el fracaso absoluto envuelva la vida de todos sus integrantes. Esa reformulación de una comedia sofisticada con elementos netamente trágicos se orienta con un narrador y la reconstrucción de una realidad. La serie de Mitchell Hurwitz incluso se atreve con la metaficción y la caricaturización de sus ya caricaturizados personajes.
Aunque la serie está repleta de grandes y magníficos detalles hay una secuencia en la que en un juicio el juez pide que retiren las cámaras y ‘nuestra cámara’ y punto de vista se cierra allí. De hecho la serie ‘finaliza’ con el replanteamiento del propio Ron Howard, el narrador de la serie, sugiriendo a Maeby convertir su vida en una película mejor que en un programa de TV. Dicen que “Arrested Development” volverá con una cuarta temporada y una película y es que cuando existe tanta calidad y nos encontramos ante una de las diez mejores sitcom de la historia la ambivalencia aumenta del mismo modo que el consumo bananero. Y de vender bananas esta serie sabe mucho.
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